lunes, 20 de noviembre de 2017

Violencia y esperanza

Ella no pierde el ánimo a pesar de su precaria situación, su incierto futuro. Siempre está dispuesta a ayudar a los demás.
Él a sus seis años ha vuelto a recuperar la alegría, a reír y jugar con otros niños entre las lonas.
Son madre e hijo y desde que la embarcación que los trasladaba naufragó y «el malvado» cayó al mar, viven en paz. Desde ese día Zahra no sufre vejaciones, no llora, ni pasa miedo. Masud ha dejado de temer a su padre y a sus golpes.
Este campamento de refugiados en Grecia, carente de todo, es el lugar más tranquilo que han conocido sus jóvenes vidas.
Ahora tienen esperanzas en un futuro mejor.

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