lunes, 27 de noviembre de 2017

Suavemente me mata

Lo vio llegar desde la ventana con un gran ramo de flores.
Se acarició el pómulo; ya no dolía tanto, pero tendría que aplicarse bastante crema y polvos para disimularlo.
Al oir el ascensor se apresuró a abrir la puerta, como a él le gustaba.
La besó en los labios suavemente y le entregó el ramo. Sonrió agradecida.
En esos gestos era donde se notaba que la quería. Era un poco brusco, pero la culpa no era suya. Lo habían educado así.
Mientras se cambiaba, María arregló el ramo con una sonrisa en los labios.
—¿Se puede saber que te hace tanta gracia?
—Nada. Miraba el ramo— contestó con el miedo en los ojos.
¡Que guapa estaba con esa mirada!

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