jueves, 16 de noviembre de 2017

Penitencia

Ella quería el amor y no la guerra, él nunca sintió amor pero amaba la guerra. La irracionalidad que impera en esta, con hombres dispuestos a derramar la sangre de sus propios semejantes sin motivo alguno, queda reducida a meras cenizas cuando la comparas con la de asesinar a quien dices querer. Quizá por ello, cuando en una de esas palizas que le solía dar, ella alcanzó a preguntar con un hilo de voz "¿por qué?", él se ahogó en su propia impotencia y acabó con su vida. Ese susurro apagado le persiguió durante el resto de su triste existencia: "¿Por qué lo hiciste?". Pobre infeliz, nunca supo que no existía respuesta a esa pregunta.  

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