Sus caricias abrasadoras me marcaban el cuerpo. Sus palabras, el alma.
Mi corazón se cerraba a
la par que sus puños, su arma.
Las lágrimas invadían mi
cara tras el contacto con su piel.
Las palabras herían a
otro nivel.
Pero algo brillaba más
allá: la esperanza.
Una salida, un adiós para
siempre cargado de fuerza.
Cerrar esta puerta al
dolor, y a mi maltratador.
Resurgir como el ave
Fénix.
No volver la vista atrás.
Curar mis heridas.
Dejar que mi piel
olvidara el rastro de sus caricias.
Gritar al mundo mi
libertad. Gritar al mundo sin piedad.
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