lunes, 20 de noviembre de 2017

La fuerza de mi agresor

Con miedo y entre súplicas pasaban mis días. Entre sollozos, relamía mis heridas hechas por un ser que decía amarme.

Así, me convertí en su barro, un barro siempre marcado por la sucia suela de su zapato, un barro empapado en lágrimas y sangre, que de no ser mía sería de sus nudillos.

Cansada de tragar mis propios dientes,  mis ojos amoratados sólo pudieron ver una salida. Ninguna decisión me daba más miedo que su sombra… Esta vez él gano la partida.

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