lunes, 20 de noviembre de 2017

La casa de su sangre

El otro, hombre o mujer, siempre muerto cuando llegaba el amanecer tumbado sobre la fría baldosa de la puerta de casa. La octogenaria vecina curioseaba tras los visillos con naturalidad. Nadie abría la puerta y las farolas de la calle se apagaban tenuemente. Golpeaba la puerta violentamente, pero nadie respondía. Permanecía apoyado en los escalones de la entrada. El alcohol y los remordimientos le asaltaban cada día. Nunca volverá adentrarse en la casa de su "sangre". Ellos marcharon para no regresar jamás. Había atentado contra su familia nuclear. La mujer del visillo tuvo que telefonear con sus dedos temblorosos al 112

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