Conciliar la sonrisa pública con el ocultamiento de los moretones domésticos la había convertido en la mejor actriz del palacio de justicia.
Él confinaba su diversión maltratadora a territorios cubiertos por la nubosidad de lo textil.
Anoche le descuidó un golpe por los alrededores del codo. La manga corta evidenciaba una epidermis verdinosa que bastó para el abordaje de aquella abogada de oficio intuitiva.
—Vamos a por él…
Marga asintió y, lacrimosa, se subió la blusa hasta los pechos para demostrar lo salvaje.
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