miércoles, 22 de noviembre de 2017

De Huevos y Habas

Sentado a la mesa escuchó incrédulo el portazo de ella al salir.
Sólo le había pedido que le friera un par de huevos ¿tanto le costaba? Él se pasaba el día trabajando y ella siempre allí en casa, que menos que tener al marido contento y no enfadarlo cada vez que hablaba: "que si acelgas, que si habas…".  Así lo tenía, verde de rabia. Quería huevos, no habas. Aquella idiota, veinte años en su cama y aún no sabía ni freír un huevo cuando a él se le antojaba.
Mientras en la cocina aún ardía el aceite, ella empezaba a echarle huevos a la vida, porque veinte años, a veces, es demasiada nada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario