La primera vez se lo achaqué a la carga del trabajo, me trajo flores al día siguiente, tan solo sería una mala anécdota que jamás contaría a nadie. La segunda fue por un malentendido, situaciones propias del hogar. Hoy, es la décimo segunda, me quiero morir.
Lo que un día fue mi vida, se ha disfrazado en pesadilla. Y aquí me encuentro, viéndote jugar en una habitación llena de odio y vacía de juguetes. Aun no lo entiendes, pero algún día lo comprenderás. Hijo, te prometo que soy valiente, pero a veces, el mundo no escucha lo que nuestros ojos gritan.
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