―Tu madre murió por no ponerle sal a la ensalada, hija―, me dijo la abuela entre lágrimas, la tarde en que se llevaron al papa a la comisaría.
Desde entonces no pruebo la lechuga ni el tomate y ahora que ha vuelto mi padre no quiero ni verlo. Los demonios tarde o temprano regresan del infierno;
los ángeles, en cambio, no corren la misma suerte.
Desde entonces no pruebo la lechuga ni el tomate y ahora que ha vuelto mi padre no quiero ni verlo. Los demonios tarde o temprano regresan del infierno;
los ángeles, en cambio, no corren la misma suerte.
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