domingo, 3 de diciembre de 2017

Ganadores de IV Concurso de Microrrelatos contra la violencia de género

... Y los ganadores de IV Concurso de Microrrelatos Contra la Violencia de género son:

Primer premio a D. Alfonso Cabello Herencia, con el microrrelato Ceguera colectiva.

Segundo premio a Dña. Eva Castro Outeiriño, con el microrrelato Restando números.

 Tercer premio a Dña. Yolanda Fouce Rodríguez, con el microrrelato La voz de Mario.

Enhorabuena a todos los escritores por construir un océano compuesto  de 1.385  gotas semánticas contra la violencia de género.

En el parque

EN EL PARQUE

Javier se sentaba en mi regazo. Yo le despeinaba con mimo. Le gustaba
sentarse en el banco, frente al parque en el que el resto de niños
disfrutaba columpiándose o escalando inmensas telas de araña. El
prefería sentir cómo el sol de otoño le abrigaba el corazón. Observaba
a los demás niños, en silencio. Creo que con algo de envidia pero,
sobre todo, con admiración. Javier acababa de cumplir noventa años y
sentía que su lugar en el mundo estaba en aquel parque. Donde el sol de
otoño le abrigaba el corazón.

Cruz Marqués

lunes, 27 de noviembre de 2017

Él me quiere

Él me quiere, si no le gusta que vaya con mis amigas, es porque son una mala influencia para mí.
Él me quiere, no se le puede culpar de que yo haya dejado la carrera de medicina, simplemente no valgo para estudiar y me lo hizo ver.
Él me quiere, es normal que tenga las claves de mi Facebook y mire mis mensajes de móvil porque hay muchos peligros en las redes sociales y quiere protegerme.
Él me quiere, lo sé porque como decía mi abuela "quien bien te quiera te hará llorar".

Él me quiere. Necesito que él me quiera porque desde hace un tiempo... ya no me quiero yo.

Ojalá

María dice que tiene miedo a las arañas. Ojalá pudiera intercambiar mis fobias con ella, aunque solo fuera por un día. En mi caso no es el miedo, sino el pánico lo que me inunda cuando camino a casa. Gritos amenazantes. Ojalá no tuviera que escuchar el llanto de una madre… bueno no, el de mi mamá. Me encierro en mi habitación y mi corazón intenta huir de mi pecho sin éxito. Ojalá en algún momento lo consiguiera. Entiendo muy bien ese deseo de escape, pues lo siento cada vez que la impotencia rasga mi alma. Infierno. Ojalá esto termine.

A golpe de golpes

Mi vida a golpe de golpes. Estampaste todo mi miedo contra el suelo de la habitación y ahora me dedico a cubrir con tiritas las heridas, todavía sangrantes, que has dejado entre los escombros de mi alma. Mi reflejo en el espejo vomita unos ojos vacíos de vida, siniestros. Me planto delante de la puerta que conduce a un universo paralelo; ésta vez no voy a echar raíces, me digo, y nos retamos a un duelo. Toda mi vida concentrada en un sólo lugar: una pecera en un agujero negro; en un sólo momento. Mi corazón se desboca y cruza desesperado el umbral de adrenalina que separa una vida de otra.

A Teresa Betancourt, in memoriam

– Al principio él no era así, señorita policía. Me pegaba sólo cuando tomaba, pero también era muy devoto de mí. Y era un buen papá de sus hijos y un buen esposo. Nosotros somos de Quito, y nos vinimos hambreando aquí. Nosotros y nuestros cuatro hijos, Carlos Alberto, Lucinda, María y Nelson. Y todo iba bien, siempre que no platicara con hombres. Me quería tanto que se carcomía de celos... Él siempre ha sido muy caballeroso, y con eso me hizo tropezar en el amor. Me hacía sentirme especial, única. Es el hombre de mi vida y nunca me separaré de él. Pese a lo que ha hecho, no lo denunciaré, lo sigo queriendo. Él cambiará. Lo sé, señorita.

Estaba dormida

Estaba dormida cuando sintió cómo algo pesado caía sobre ella. Pudo percibir la silueta de un hombre, aunque no distinguía su rostro. Las dudas se disiparon cuando el sujeto le tapó la boca y reconoció ese olor intenso. Al principio se quedó paralizada por el miedo, pero luego intentó por todos los medios quitárselo de encima. Comenzó a llorar pero nadie la escuchó.

Él terminó y luego se marchó, no sin antes acercarse a ella diciéndole al oído - Como digas algo te mato a palos- y ella sabía que lo haría.

No lo pensó dos veces; era una chica sensible pero fuerte, como un caballero tras su armadura, frágil pero invencible.

Cogió el teléfono y llamó.

Carta de un maltratador

13 de octubre

La noche sigue oscura. La luz tenue me inunda de una sensación de calidez, aun siendo consciente del sitio en el que me encuentro. Mi celda, mi hogar. Hice lo correcto, sí. Te amaba.

¿Cuál ha sido mi delito? Quererte, quererte a base de fuerza. Quererte a mí manera. Esa que, aunque tú me decías que no la comprendías, era necesaria. Esa manera de amar; salvaje, animalesca y onírica. Esa manera de justificar cada bofetada a base de "te quieros". Aquí estoy, solo, escribiendo está carta de despedida. La sombra de la muerte está delante de mí, bamboleando. La miro y ella me sonríe. Me voy. Adiós.

Posesiones

En el tiempo que gira la llave en la cerradura pensó que todo quedaría zanjado como siempre: unas palabras de perdón, el juramento de que nunca se repetiría, de que había cambiado. Contempló el mobiliario, que incluía su televisión, su escritorio estilo imperio, su chaise longue, su equipo de sonido, su librería de ébano con cientos de libros, su mesa de comedor… Todos sus objetos seguían en su lugar, dispuestos a satisfacer el apetito para el que habían sido adquiridos. Sin embargo, ella no estaba en casa. La turbación fue absoluta cuando leyó la nota sobre el escritorio: me he ido, no soy tuya.

De raíz

Mis padres comentaron:
 
- ¿Te has enterado de lo de Cati?

- ¿La hija de María?

- Si, hoy es el entierro.

Al oír "entierro", mis ojos se agrandaron como platos. ¿Qué era eso?

Aquella tarde, me dejaron con mi abuela y se fueron a un asunto de mayores, como hacían siempre que no debía enterarme de algo.

- ¿Abuela, qué le ha pasado a Cati?

- Ya lo sabrás algún día, todavía eres muy pequeña.

Aún recuerdo esas palabras. Cuando somos pequeños, no nos informan de nada, luego, es demasiado tarde. La desigualdad comienza en la infancia, con los eternos patrones de siempre:

- Los hombres son fuertes, dueños y señores, las mujeres son dulces, sensibles y sumisas.

Menú de amargura

La radio encendida mientras cocinaba, daba la noticia...

Un nuevo caso de violencia machista ha tenido lugar esta pasada madrugada. Alrededor de las 6:40 un vecino ha alertado a la policía que estaba escuchando una fuerte discusión en el piso de al lado. Cuando la policía ha llegado se ha encontrado la escena del crimen, una mujer desangrada en mitad del salón, herida por un arma blanca. Al parecer el agresor se ha quitado la vida arrojándose desde el balcón del 4º piso. Y con éste, ya van 53 casos en lo que va de año.

Una lágrima que cayó en la sartén fue el último de los ingredientes que aderezaban el plato más amargo del menú de su vida.

Academia de Madurez

   - ¿Me estás amenazando continuamente por ser tú más fuerte que yo físicamente?
   - ¿Me estás amenazando tú continuamente a mí por ser más fuerte que yo psíquicamente?
   - ¿Nos estamos amenazando continuamente los dos?
   - ¿Estamos equilibrados en fuerza, aunque de diferente tipo, y por eso se mantiene este desagradable, insano y absurdo "juego" eternamente "en tablas"?
   - ¿Estamos siendo como niños listillos que buscan ventajas a la corta y pierden prestigio y ventajas a la larga?
   - ¿Estamos siendo inmaduros, irrespetuosos y poco éticos?
   - ¿Estamos tan a gusto de vacaciones en esta paradisíaca playa que estamos llegando incluso a un nivel de sinceridad y concienciación nunca vistas en nosotros?

¿Qué diré en tu funeral?

Diré que fuiste bueno,
pero no diré cuanto.
Que todos te queríamos,
pero no diré cómo.

Hablaré de tu mirada,
sin mencionar amenazas ni juicios.
De tu voz,
sin reproducir tus palabras.
De tus manos,
Pero nunca de mi cuello.

De cómo me salvaste,
sin hablar de que antes jamás estuve en peligro.
De cómo me cuidabas
aunque ya me sabía cuidar.
De nuestra casa
sin nombrar las lágrimas de sus rincones.

De nuestro amor
que, desde que te conocí, nunca más fue mío.
De nuestra vida
que, desde que te conocí, nunca más fue mía.

Grito ahogado

No es vergüenza la razón
de mi manga larga en junio
ni atribuyo a mi infortunio
el porqué de su traición.

Mi vida no está en mis manos, 
que agarrándose a la puerta
de la calle desconciertan
a curiosos ciudadanos.

¿Por qué no me decís nada?
¿Por qué un eterno silencio
si se palpa el sufrimiento
con una sola mirada?

¡Gritad! Pues yo ahora no puedo.
Bien sellada la mordaza
que a mis niños amenaza
queda por quien dio el "sí, quiero".

- Relata en el aguacero
de su personal tormenta.
Si el problema se solventa,
¿tú te acuerdas? Sed sinceros.

El peligro es bien certero
entre tragedia y tragedia.
Ante otras y esta violencia
grito tolerancia cero.

Sin mirar atrás

Comencé a caminar sin saber qué rumbo coger. Fue algo sin pensar pero a la vez lo había imaginado tantas veces en mi cabeza que me daba igual que dirección tomar. Salí de allí con una mochila y cuatro cosas. La verdad es que no quería recuerdos de nada que tuviera que ver con aquella relación tormentosa que tantos años me había causado tanto dolor. Eso sí, nadie más que yo sabía lo que había sufrido.
Una pequeña sonrisa se dibujaba en mi boca. El sol iluminaba mi cara marcada.- Estaré bien- me dije para mí misma.
Algo en mi había cambiado. Había sido más fuerte que nunca. Ahora sí, sin mirar atrás, comenzaba una nueva historia en mi libro de la vida.

Ana y anA

En esa casa no vive Ana. Vive una mujer exactamente igual que ella. La vida de cada una empieza donde termina el sueño de la otra y viceversa. Aunque comparten los mismos recuerdos, sólo una es real. Cuando cada día se cruzan en esas ventanas que hay en el baño y el vestíbulo del portal, ni ellas mismas saben quién es Ana y quién es sólo su reflejo. Únicamente cuando siente en su piel el impacto de la mano de él, Ana sabe que es a ella a quien están golpeando. Salta entonces al otro lado del cristal y deja de ser ella. Ana no entiende por qué la mujer que contempla la escena, mira sin hacer nada.

Ceguera

"No, mamá. Claro que no me maltrata, qué cosas tienes. Lo que pasa es que… ya le conoces. Le pone nervioso que salga en minifalda. Pero es normal, mamá. Su ex le puso los cuernos y tiene miedo de que yo haga lo mismo, así que me pongo pantalones y nos ahorramos los disgustos. Pobre, él no tiene la culpa de ser celoso y a mí no me cuesta nada enseñarle mi móvil, para que vea que no tengo nada que ocultarle. Así se queda tranquilo. Y fíjate, mamá, siempre que salgo con mis amigos viene a buscarme y les cuenta que es mi novio, para que no se crean que pueden tirarme los tejos.

Es tan bueno, mamá…"

Hablas

Hablas, pero no te escucho. Gritas, pero no te oigo. Sin embargo, hacen un ruido ensordecedor las rojas gotas que, después de recorrer mi rostro, golpean contra el suelo como si se hicieran añicos, y son tañidos los sonidos que salen de mi pecho. Aun estás ahí porque bailan las sombras de tus agitados brazos en mi borrosa mirada, repitiéndote las mentiras que ya solo tu crees, las mordazas de mi silencio. Me sigues golpeando cuando pasas. No sabes que ya solo eres la bobina que da vueltas en el proyector al acabar el cine de verano. Me deslizo en el sueño justo cuando vislumbro abrirse la puerta, sabiendo que esta vez mi última palabra no ha sido para ti.

Basura

Muñeca de trapo que manoseas y golpeas.
Cuerpos dolientes. Cuerpos rotos.
Humillas, denigras, golpeas, gritas, tiemblo, lloro. Escapo, donde.
Trapo. Trapo viejo. Trapo roto.
Despojo, almas quebradas en cuerpos rotos. Animal, bestia. Nunca hombre.
No te siento. No quiero. No lo aceptas. El golpe viene.
Palabras que matan. Puching ball.
Basura.
Descuartizadas y arrojadas en bolsas de basura. Violadas. Censuradas. Silenciadas. Usadas. Drogadas. Golpeadas. Discriminadas. Denigradas. Despojadas. Invisibilizadas. Humilladas.
Mujer. Trapo de piso.Objeto descartable. Use y tire. Si no puede usarlo, arrójelo con violencia a la calle o destrúyalo, para que no queden rastros.
Basura.
Juguete viejo. Juguete nuevo.
Casa de torturas.
Una mujer se va de ella, un hombre nunca ha entrado. Cierro. Corro. Corro. Hacia donde. A cualquier parte.
El aire comienza a inundar mis pulmones.
Heroína que te ha sobrevivido.
Basta.
Ya estoy lejos. Me levanto. Me armo.
Basura. Solo una bestia que se desarma en sus sombras. Nada eres, Nada serás. Si te acercas...nada serás....bestia bajo rejas...si te acercas.
Ya no existes.
Renazco. Libre.

Cuerdas rotas

—¿Era esto lo que querías?  Mírame —y señaló a la acera.
     Desde allí arriba lo que vio le espantó
—¡No la toquéis! —gritó.
—Alguien tendrá que recoger los trozos —dijo ella— y  recomponer la marioneta  rota.
—Te quería… ¡no la miréis! —volvió a gritar mientras cubrían el cuerpo de la mujer con  una sábana.
—Esta vez tus gritos no servirán de nada…ya nadie puede oírte. Mírate. El espectáculo terminó. Las cuerdas con las que manejaste mi vida se han enredado en tu cuello. Ahora puedo saltar sola, no será necesario que me empujes.
—¡No me dejes solo!
—No lo estás, han venido a buscarte.
    Policías y sanitarios descuelgan el cadáver. Sentado en el sofá el diablo sonríe y espera.

El cuchillo de sushi

La última patada la derribó brutalmente escaleras abajo. Mientras rodaba, solo sentía asco y una rabia ciega.

Las marcas de cigarrillo sobre la piel de su perrita Luna aún le escocían como vitriolo.

Esa noche tranquila cocinaba con su cuchillo de sushi, de filo perfecto.

Primero sintió los gritos, luego los insultos y los golpes.

En el rellano intentó incorporarse aturdida, y allí estaba él otra vez. Notó su mirada febril y un filo de hacha cayéndole encima.

Su mano se movió vertiginosamente. Se abrió de golpe el portal, empujado por las sirenas y los flashes azules de la policía, mientras un pie aulló atravesado por un cuchillo de sushi de filo perfecto, y un hacha inerte del aire caía.

Mi sueño

Soñé que alguien me escuchaba, que mis deseos y opiniones contaban, que había risas y gestos cariñosos.
Soñé que no había gritos, golpes ni caritas aterrorizadas escondidas con ojos llorosos, que no había sobresaltos al escuchar pasos tambaleantes y abrirse una puerta.
Soñé que sólo usaba maquillaje porque así lo deseaba, no para esconder señales en mi cuerpo.
Soñé que era libre y mi hogar no era una cárcel decorada, que no existían bonitas frases de falso arrepentimiento ni habría más perdones.
Soñé que era la persona que yo quería ser,  viviendo en un ambiente de armonía y luminosidad, sin miedos ni tinieblas. 
Desperté y decidí que a partir de ese mismo instante mi sueño se haría realidad.

El vencedor

Una vez más ha llegado el primero. Cada noche bate su propia marca, ignorando normas y señales y estremeciendo el asfalto bajo su poderosa cilindrada. Aun siendo el único participante de la carrera sabe que no puede confiarse, pues todos codician el lugar que ocupa en la carretera, en la oficina y en casa. Pero nadie podrá arrebatarle jamás lo que es suyo, ni siquiera las denuncias por exceso de velocidad y por maltrato.
Es y seguirá siendo el vencedor, aunque se le haya olvidado cuándo fue la última vez que hubo flores y besos para celebrar su victoria.

Se hundía

Se hundía despacio al despertar de la mañana y el dormir de las noches.

Se hundía con sus ausencias continuas; palizas verbales que mermaban su autoestima  e ilusiones.

Se hundía con sus voces. Subyugada, aparcando su libertad.

Se hundía con sus desprecios y sus constantes faltas de cariño.

Se hundía, sin salir a la superficie para recuperar aire. Él, cobarde, permanecía en las profundidades.

 El fondo estaba más cercano, casi  podía palparlo.

Aquel inmenso océano la estaba atrapando…


¡BASTA!


Hundida, pero no ahogada y con agallas salió a flote. Volvió a sentir la brisa marina recorriendo cada palmo de su piel. Volvió, en una palabra, a VIVIR.

No callarme

Aquellos "te quiero" de besos acompañados ahora desgarran mi alma, esas manos que mi piel erizaba se han convertido en muestras de odio sobre mi cara. No se que hice para despertar esa bestia que llevas dentro, solo darte amor, que tú ignoraste por no entender que no te pertenezco, por no saber mantener mi cariño, perdido a base de desprecios.
 
Pero una cosa he aprendido contigo, a no callarme, a no rebajarme más cuando el dolor da paso al miedo. Tal vez haya esperado demasiado, alimentado ese veneno que corroe tus pensamientos, pero tuve la esperanza que mi amor pudiera con tus recelos e inseguridades, y ese egoísmo que ahoga cualquier atisbo de encuentro.

Ángeles y demonios

―Tu madre murió por no ponerle sal a la ensalada, hija―, me dijo la abuela entre lágrimas, la tarde en que se llevaron al papa a la comisaría.

Desde entonces no pruebo la lechuga ni el tomate y ahora que ha vuelto mi padre no quiero ni verlo. Los demonios tarde o temprano regresan del infierno;

los ángeles, en cambio, no corren la misma suerte.

La niña de fuego

Cuando sus dedos comenzaron a apretarme el cuello, se convirtieron en cuervos aleteantes y hambrientos. Me iban a comer por dentro.
Me estaban comiendo.
Y le miré a los ojos.
Le miré con tanto dolor y firmeza, que su alma podrida atravesó sus pupilas y cayó delante de mí.
Entonces se me hizo pequeño.
Por primera vez, en mucho tiempo, lo vi como esos anuncios sin contenido que rellenan hueco pero nada aportan: mísero, insignificante, tan poca cosa, que solo pude agarrarle de la barbilla, levantarle la cara y mirarlo con la mayor frialdad que salió de mi cuerpo, por última vez.
...Era ahora mi corazón el que apretaba su cuello.

Suavemente me mata

Lo vio llegar desde la ventana con un gran ramo de flores.
Se acarició el pómulo; ya no dolía tanto, pero tendría que aplicarse bastante crema y polvos para disimularlo.
Al oir el ascensor se apresuró a abrir la puerta, como a él le gustaba.
La besó en los labios suavemente y le entregó el ramo. Sonrió agradecida.
En esos gestos era donde se notaba que la quería. Era un poco brusco, pero la culpa no era suya. Lo habían educado así.
Mientras se cambiaba, María arregló el ramo con una sonrisa en los labios.
—¿Se puede saber que te hace tanta gracia?
—Nada. Miraba el ramo— contestó con el miedo en los ojos.
¡Que guapa estaba con esa mirada!

Luna creciente

Papá mi amiga Blanca no se cree que tú me despiertes cada mañana, me prepares el desayuno, la ropa, me ayudes a vestirme y peinarme. Sólo se cree que me traes al cole porque te ha visto. También dice que miento cuando aseguro que mamá se queda en la cama. Blanca me dice que su padre siempre grita a su madre y que cierran la puerta de la habitación para que no los oiga. Según Blanquita su padre nunca ayuda en casa y su madre siempre está llorando. Dice que es torpe porque suele tener accidentes domésticos que le dejan marca. Qué extraño es lo que me cuenta, sabes papá, yo creo que mi amiga Blanca me miente.

Pantalla

Abrigo mi garganta en esta noche muda. Inspiro, mientras camino descalza y sola.
Ando ligera por la ruta menos oscura sosteniendo los zapatos nuevos. A ritmo de trote llego a la parada de siempre. Inspecciono el lugar, hoy solitario, y tomo siento. Reviso la pantalla del teléfono hecha añicos. Lleva rota desde aquel día en que se me escurrió. Fue la noche en la que dos jóvenes me soltaron burradas. Algo les grité. Llegaron hasta el alto de esta misma parada. Aproveché aquella pausa para camuflarme entre ojos testigos. Entre miradas tan curiosas como pasivas. Luego ellos despacharon sus ansias de acoso hacia otro lugar.
Llega el bus. Subo presurosa. Expiro, mientras rumio temores que tenemos que señalar.

Carta a un joven dictador

Nunca subestimes a las mariposas. Parecen lindas e inofensivas, pero conocí tres que falfullaban de mí, pedían votar y otras vainas. Eran bien molestosas y las mandé matar… yo no sabía que su aleteo puede provocar grandes cambios: aquel 25 de noviembre sentencié mi muerte.

domingo, 26 de noviembre de 2017

La palabra salió de su corazón como un soplido. Súbita y valiente, atravesó su pecho y subió serpenteando por su garganta con la fuerza de un río bravo. Acarició la campanilla como queriendo hacerla sonar, como anticipando la llegada de un anuncio importante. Resbaló después por la lengua, temblorosa de nervio y furia, y empujó los labios con fuerza obligándolos a separarse el uno del otro, forzándolos a formar un perfecto círculo, abierto y definido. Aquel "no" sonó más intrépido, más bello que ninguno.

La huida

Aunque había dejado de llover, las gotas aun bailaban sobre el cristal de la ventana. Desde su asiento, podía ver el creciente bullicio de la calle.

Tras la tormenta, la vida volvía a despertar de su letargo.

El motor del autobús espantó a unos gorriones que jugaban entre los charcos del andén. Como un relámpago, la felicidad iluminó, de golpe, los oscuros rincones de su alma y, por primera vez en años, sintió el reconfortante calor de la alegría.

Comprendió tarde que el amor no es amor si vive en una jaula.

No pudo describir lo que sentía. Le habían salido alas en la espalda y ahora era un pájaro sin dueño, que volaba hacia su propia libertad.

Maldita inercia

Mi vida avanza en sucesivos puntos y aparte sin conseguir llegar al punto y final. Miro hacia atrás y veo todos los capítulos que me he saltado de esta historia porque siempre me ha resultado más fácil pasar a hurtadillas por el dolor. El capítulo de hoy no sales; el de no estás guapa; el de no haces nada bien; el de la culpa es tuya; el del chantaje emocional; el de los empujones; el de la violación. Confiaba en que me querías y me dejé llevar por esa maldita inercia que ha empujado todos y cado uno de mis días hacia el abismo porque todo era por mi bien… Puede que duela, puede, pero hasta aquí los capítulos inconclusos.

En absoluto lo sientes

Sumida en el letargo de la siesta, me relamo las heridas que, hace tan sólo cuatro horas he sufrido en mí ya maltrada piel. Mi marido, fiel retrato  de su padre, acaba de salir, dando un sonoro portazo, despertando a nuestro hijo, David, que comienza a llorar, pidiendo a gritos que "venga su mamá". Me levanto a trompicones, consecuencia de las patadas recibidas. Encuentro a mi niño sentado en la cunita, mirándome con sus grandes ojos.. Mi hijo no se comparte con nadie y menos con un maltratador. Esta noche hablaré con él aunque me cueste la vida. Con su rechoncho dedito David toca el moratón de mi ojo. ¡Yo sé que él lo sabe!.

Huída hacia adelante

Los días eran insoportables en un hogar que se asemejaba  más a una cárcel decorada con gusto, que al acogedor refugio que presumía ser. 

   La pequeña muñeca de cuerpo menudo y trenzas perfectas sentía que aquello no podía ser todo. Aquello era nada.

   Un fuego en sus entrañas, que apenas dominaba, la empujaba a soñar vidas de oportunidades infinitas, donde la felicidad no era la falacia dolorosa en la que habitaba a diario.

   La noche que huyó,  la persistente molestia de su cicatriz la acompañó.

   Con los brazos cruzados sobre su inmaculado vestido rojo, avanzó sin mirar atrás, sintiendo el pavor que la ominosa presencia de su casa de muñecas y sus sombras la producían.

Superviviente

Le quiso más que a su propia vida. Y se olvidó de quién era, de la persona que tantos años y esfuerzo le habían costado ser. Al final, hasta dejó de soñar y de tener ilusiones. Lo apostó todo por él cuando, ironías de la vida, no creía en el azar. Pero cuando ya no quedaba nada más que perder o destruír, él se marchó, dejándola sin brújula. Pero perder el norte la hizo ver que podemos ir en otras direcciones . Y volvió a construíse, pieza a pieza; a volver a andar paso a paso. Pero esta vez con salida de emergencia contra palabras vacías.

Vivienda embrujada

Aunque anciana, era la única persona que escuchaba los espantosos insultos y estremecedores lamentos que procedían del piso superior del edificio. Un día me atreví y comenté a los vecinos que, quizá influida por mi anticuada mente supersticiosa, oía voces procedentes de su vivienda que podrían ser obra de algún espíritu maligno. El hombre rio pero, al momento, su rictus se endureció; por el contrario, la mujer me dedicó una triste sonrisa, un gesto que interpreté como tierna complicidad.
Desde aquel día ya no hay quejidos conmovedores ni gritos inquietantes. Solo oigo risas y voces infantiles de niños jugando; pero esas, aunque también son ruidosas, alegran mi vejez.

Justina

Recuerdo aquella noche, cuando vivía en Hostal-Rivadavia. Había en el terrado, una mujer sola.
Yo denuncio y denuncio y me piden cosas estúpidas. Vas a la comisaria y te miran mal-  me decía al rato, mientras tendía mi ropa.  
A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas. No pude abrazarla.
Por eso pasan las cosas que pasan. – recalca la mujer.  
 No encuentro qué decir y vuelvo a mi habitación.
Leía "Justine" de Sade y me sorprendía la indiferencia con la trataban durante toda su vida. Luego, preparé café. Mi habitación era también mi sala de estar, así que tenía espejo. Allí, vi su rostro en mi rostro. Vi la misma desolación.

Desprotección





Hace dos días, él violó la orden de alejamiento de trescientos metros impuesta por el juez y fue a visitarla a su casa. De nada sirvió que se mudase con su pequeña a un nuevo hogar. Tampoco, la pulsera anti maltrato ni la veintena de requerimientos que presentó para que lo pusieran bajo vigilancia policial.
De nuevo hoy, domingo, a las ocho en punto de la mañana, su ex marido vuelve a encontrarse a cuarenta metros del lugar donde ella descansa con su hija… Él se suicidó.