jueves, 24 de noviembre de 2016

Pesadilla vivida

Los desfibriladores todavía me queman el pecho pero sé que esta habitación color crema junto con las transfusiones de sangre y los goteros con calmantes para el dolor son el lugar más seguro en el que he estado en los últimos meses.

Hace unas horas, he recibido muchos golpes. Puñetazos, patadas, mordiscos. Sucedidos por agresiones con diferentes instrumentos cortantes y punzantes. Cuando estaba inconsciente en el suelo pensó que estaba muerta y huyó. Es un triste cobarde.

Ahora, sedada en esta cama de hospital, escucho a mi hijo decir entre sollozos:
-          Mamá, ya está detenido. A partir de ahora no necesitarás esconder moratones bajo el maquillaje ni esforzarte por sonreír. Ahora tus ojos brillaran sinceros.

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