Un día fui polilla y, cegada, perseguí la luz artificial de un dragón que al anochecer escupía fuego. Para saciar su apetito, le regalé amor y unos cuantos sueños; esperanzas que se desgastaron con cada rugido. Masticó mi esencia con sus cánticos, disfrazando de rasguños las heridas profundas. Falso cariño. Consiguió quemarme, pero, a rastras junto a mis cenizas, me rescaté libre y viva. Ya lejos junté mis tejidos, reconstruí mis alas y eché a volar igualando al fénix. De nuevo cegada, sí, pero de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario