martes, 24 de noviembre de 2015

Un Sueño Árabe

En menos de un mes ya había vendido todo y solo le restaba la despedida. Cuando despegó el avión, sintió en su estómago que algo maravilloso le esperaba en tierras árabes. Después de su boda con Abdalah y de tener su primera hija, aquel rostro expectante e ingenuo se había transformado en uno demacrado, como el de aquellas personas que viven severos infiernos y no pueden apagar. El refugio de la casa era apenas soportable, mientras las calles y plazas eran intransitables por ser propiedad exclusiva de los hombres. Ahora, ella misma era una posesión, al igual que su hija, al igual que los utensilios de cocina o las herramientas del jardín, todo, por el solo hecho de ser mujer.

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