lunes, 23 de noviembre de 2015

Rebelión

El espejo le devuelve una imagen monstruosa de sí misma. Sí, es una mala madre, una gorda asquerosa, una piltrafa de mujer. Él está ahí fuera esperando para seguir envenenándola de culpa. Ella es la culpable de todo. Y el espejo no se lo desmiente. Se merece los insultos, las vejaciones, los guantazos. ¿De verdad se los merece? Se recuerda adolescente risueña, joven frondosamente vital, novia enamorada, madre anegada de ternura. No, ella no es quien se ha averiado, es él. Ya no habrá más moretones en su rostro, los del espejo son los últimos. Se acabó, va a a llamar a la policía para que le devuelva a ella y a su hija a la vida soleada.

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