Antaño solía ser hermosa, tanto por dentro como por fuera. Irradiaba una luz especial que no dejaba indiferente a nadie, porque su sola presencia te hacía sentir en paz.
Pero esos días habían acabado. Ahora su conciencia sobrevivía a duras penas, sumida en un torbellino de miseria y desesperación. Vivía el día con el único deseo de que llegara la noche, cuando el monstruo se echaba a dormir.
Le gustaba imaginar que era una de esas mujeres que salían en la televisión, muertas, mutiladas o con marcas en sus cuerpos.
Porque a ella nadie le prestaba atención. No esperaba que nadie fuera capaz de percibir lo invisible. Y aunque eso ocurriera, a nadie le interesan las heridas del alma.
Pero esos días habían acabado. Ahora su conciencia sobrevivía a duras penas, sumida en un torbellino de miseria y desesperación. Vivía el día con el único deseo de que llegara la noche, cuando el monstruo se echaba a dormir.
Le gustaba imaginar que era una de esas mujeres que salían en la televisión, muertas, mutiladas o con marcas en sus cuerpos.
Porque a ella nadie le prestaba atención. No esperaba que nadie fuera capaz de percibir lo invisible. Y aunque eso ocurriera, a nadie le interesan las heridas del alma.
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