lunes, 23 de noviembre de 2015

La Bestia

Corrió. Corrió como si le fuese la vida en ello.
La bestia se movía velozmente, destrozando todo en su camino hasta alcanzar a su presa.
La mujer paró en las cocinas del castillo al ver una espada que alguien debía haber olvidado al huir.
La criatura apareció llena de rabia y saltó sobre ella. La mujer asió la espada y se giró a tiempo para usarla de escudo, con tan buena fortuna que la bestia aterrizó sobre ella, abandonando la vida en un estremecedor llanto.
A la salida del castillo, la guardia real detuvo a la mujer despavorida y llena de sangre.
—¿Por qué hacéis esto? ¡He matado a la bestia! —gritaba mientras se la llevaban con grilletes.

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