jueves, 26 de noviembre de 2015

Extraña escritora

Cuatro paredes, una habitación, una luz medio fundida, una puerta entreabierta y una ventana. Una ventana cerrada. Solo veía eso, Eso y los golpes. Golpes que dolían más en mi mente que en mi cuerpo.
 
Ya era la hora, ya se acercaba, llegaba del trabajo. ¿Qué necesidad tenía? Yo tampoco lo sé. Solo sé que esas paredes vieron demasiado, rabia y odio acumulado, y que ahora estoy aquí, donde nunca pensé llegar, y menos, llegar por un golpe. Decía llevarme al cielo. Desde luego que lo hizo.

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