martes, 24 de noviembre de 2015

Estaciones de vida

Miradas enlazadas e ilusión primaveral al iniciar el camino ensombrecido, ocasionalmente, por nubes de celos despejadas con mimos.
 
Como la picadura de una medusa, tu voz grave mofándose de mi obesidad irritaba los días luminosos de verano y los atardeceres cálidos. Tus olores, sabores, colores formaban tranquilizador bálsamo envenenado.
 
En otoño, debí huir de la relación feliz que ya no era feliz y alejarme del erizo, que con mil púas afiladas, laceraba mi piel.
 
Aterida pero aferrada a la mano arrugada, como la raíz de un roble centenario, de mi madre, hui del frío invernal que casi me engulló como un tornado y tras sacudir el pesado manto de nieve, camino hacia una nueva primavera, siempre vigilante.

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