viernes, 20 de noviembre de 2015

Desvelo de una bella durmiente

—Y entonces el príncipe la besó, rescatándola del... del largo sueño... en el que... bueno... —titubeó estremecida su madre al escuchar la puerta de la calle—. Es hora de dormir.
—¿Y fueron felices y comieron perdices? —preguntó Lucía con el mismo escepticismo de siempre.
—Sí, claro, mi princesa. Ahora cierra los ojos —le rogó en un susurro impaciente mientras apagaba la luz.

Pero Lucía no podía dormir. Como cada noche, el miedo a que el príncipe volviera a perturbar sus sueños era más grande que el cansancio.

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