Entre muñecas y algodones, rosas rojas. Se enamoró con el trinar de los pájaros, placer en noches extenuantes.
Mas se ocultó el ruiseñor, murieron las flores y de los árboles caían, suavemente, hojas secas. Murió el amor a través de golpes sin piedad, un profundo llanto mudo ahogaba su dolor.
¿Orgullo, miedo o esperanza? Su cuerpo, resquebrajado por ira enfermiza, encontró la muerte sobre una sábana de lino. Tímidamente se ocultaron bajo una lápida sepulcral, ella, su agonía y el olvido eterno.
Lloraba el cielo.
A él no pareció importarle. Cuando la sacaron de casa, camino del cementerio, sonreía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario