viernes, 28 de noviembre de 2014

Paula

El piso estaba en la penumbra, las ventanas abiertas, las persianas a medio cerrar. No escuché ni la voz de Paula, ni el aceite saltando en la sartén, tan sólo unos ahogados gritos que provenían de la calle. La llamé sin respuesta. Avancé despacio, sorteando unos libros abiertos esparcidos por el suelo. Trastabillé. Miré en el dormitorio y en la habitación de los niños pero no la vi. Las cortinas oscilaban con el viento. Cerré la ventana pero seguí escuchando aquellos gritos. Me asomé. Estaba sentada, en el alfeizar. Los ojos me escocieron y un velo me oscureció la mirada. Alargué el brazo y abrí la mano. ¿Podré cambiar? Nunca antes me lo había planteado. Nunca antes.

martes, 25 de noviembre de 2014

La vida en un sueño

Cuando entro en su casa noto como sus muebles resplandecían al reflejar el sol en ellos. Apenas recordaba ese brillo. Las persianas estaban levantadas. En la mesa del centro del salón había una gran caja con una nota: “Ábreme, soy toda para ti”. Le temblaban las manos. Un pintalabios rojo, un vestido de talle azul nuevo. Su título de Licenciada enmarcado y un sobre con letras rojas “Billete para tu nueva vida”. Rápidamente lo abrió, era un ¡contrato de trabajo!. Antes de poder dejar las llaves en el cenicero de la entrada sonó el teléfono -¿Estás en casa ya? – era la sexta llamada en dos horas. Le seguían temblando las manos.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Secreto

Nos conocimos en Chile, él era un turista y yo una atractiva guía. Llevamos juntos dos años. Lo que creí sería una relación para toda la vida empezó a cambiar, como si el hombre que tenía al lado se hubiera transformado en monstruo. Me había convertido en el centro de sus perores agresiones. ¿Acaso estaba pagando el precio de mi secreto? Desde el primer día esperé el momento para quebrar el silencio, pero nunca llegaba. Su violencia despertó mi venganza.
Era la fiesta de su cumpleaños. En el instante del brindis y ante la concurrencia le entregué mi regalo. Lo abrió con entusiasmo, su cara se transfiguró.
En la libreta estaba mi foto y mi nombre: Pablo López

viernes, 21 de noviembre de 2014

Mujer

¿Te has leído los labios al pronunciar las palabras con que me invocas? Ve a leer la tinta invisible de lágrimas que se remonta a las ruinas más remotas de su Historia. ¿No tienes ojos? Lee entre líneas. ¿Tampoco tienes tercer ojo? Nosotras lucharemos por nosotras mismas sin volver una sola vez la cabeza en busca del asentimiento tutelar del varón, sea nuestra moralidad para él amoral. Tú siéntate en sus sillas y refleja sus formas mimética. Género es propiedad de palabras, de especie gregaria cosificada quizá, no me incumbe, no me toca: si es por la envoltura cárnica de mi alma, soy pleamar de sangre de carácter sexual, secreto, en embate contra un ceñido corsé que no me deja… 

La mata seguro

La mata seguro. Llevo años oyéndolos discutir, y como después el Bestia estrella mil cosas en las paredes o en el suelo. Tras la batalla, Aixa suele aparecer en el rellano de la escalera, entristecida como siempre, con un ojo morado, con alguna torcedura, y a menudo con una brecha en la cabeza, y no quiere hablar del tema. El tipo se marchó dando un portazo y tan orgulloso, con un subidón de autoconfianza a costa de la de ella. Cada día las broncas van a más, y ni ella, ni los vecinos parecen esforzarse nada por evitarlo. Yo solamente soy un crío del vecindario, y ya no lo puedo soportar más; tengo que hacer algo porque la mata seguro.

Yo ya no

La primera bofetada me cogió por sorpresa. La segunda ya no. Deseaba que no hubiera otra, pero llegó. Lo que sucedió es que esta vez ya no me alcanzó. Me aparté antes de que me diera . Aunque no me tocó la cara, me rompió el corazón. Me quedé en silencio y lo miré. Luego me marché, sin atender a sus bravatas y rápidamente cambió. Empezó a seguirme pidiendo perdón, diciendo que la culpa era mía, y lo suyo: celos del más puro amor. Lo peor... lo peor es que él lo creía. Lo mejor, que yo no. Que yo ya no. Dos veces son demasiadas. Dos veces no son amor. Me lo dijo mi madre y tenía razón.

El silencio de un llanto

Ella estaba cansada de luchar. Sus lágrimas ya no eran de felicidad, y la sonrisa que siempre mostraba ahora estaba apagada. Cicatrices profundas en el cuerpo, y aún más, en el corazón,miradas perdidas que antes fueron de amor, llanto ahogado por el temor. Tristeza en su rostro, por tanto dolor.Día tras día, sin ninguna novedad, él llegando siempre tarde y ella fingiendo felicidad.Miedo, rencor y tristeza, sus fieles amigos que jamás la abandonarán, hasta que se de cuenta que su destino, junto a él no debe estar, que quién te quiere, jamás te va a dañar. La salida nunca es aguantar, sino luchar y dejarse ayudar, denunciando y así, alcanzar esa ansiada felicidad que junto a él, nunca podrá lograr.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Espejo

Pégame otra vez. Pégame más fuerte. Con la mano abierta, o cierra el puño hasta sentir la sangre deslizarse entre tus dedos. Ve a lavártela como hago yo cada día. Mira tu cara de bestia, busca tus ojos detrás de los reflejos descuartizados: dejas marcas de dolor allá por donde vas... 

Ya solo queda vacío dentro de ti, y es lo que muestra tu mirada. Siente el mismo miedo y el mismo asco que me hace vomitar cada día. Piensa que, quizás, no seamos tan distintos…

Vuelca sobre ti tu rabia, yo no vivo para esto.

Por fin llueve

Quiso acercarse a la estufa que caldeaba la brevísima habitación que le servía de refugio. Experimentó tanto calor que comenzó a evaporarse y sintió alivio. Al fluir con libertad, pudo evocar recuerdos de su historia previa, la anterior a su fatal decisión. Se recordó sólida y comprensiva, sólida y tolerante, líquida y complaciente, líquida y sumisa… Por eso, cada tarde, se refugiaba en el cuarto protector de las amenazas, para huir del dolor y la angustia. Pero hoy se ve etérea y libre, de la opresión y los golpes, etérea y decidida, esperando el instante que pueda enfriarla para caer, como la lluvia, sobre el culpable que nunca secará su conciencia. Sabe que ese momento, de lluvia torrencial, ha llegado.

Tareas domésticas

Apagó cuidadosamente la plancha y, con el calor restante, marcó una pequeña arruga en su vestido, antes de ponérselo. Cuando salió a la calle comprobó, perpleja, que efectivamente nadie la recriminó por ello.

San Martín

El día semanal de visita no falto nunca, lo cierto es que veinte años viviendo juntos y con dos hijos en común dejan huella, aunque algunas de ellas sean físicas. Ahí lo traen en su carrito, la mirada perdida en el infinito, sin habla, sin poder gritar, inmóvil sin levantar una mano, solo oye. En un paso de peatones en rojo encontró su San Martín.

Deme, yo le daré el yogurt. Esta cucharadita por tu mami, que repetía que su nene no era malo. Esta por los vecinos que oían y callaron. Esta otra por la rabia del primer bofetón al que no respondí. Y esta última por la puta que mantenías con el dinero que no llegaba a casa.

Ciencia ficción

¿Qué ponen esta noche en la tele? "El hombre que maltrataba a las mujeres", una peli muy antigua. Ah, entonces mejor nos damos un garbeo por Marte. Las de ciencia ficción me aburren.

Cuando la venda de los ojos vuela


Cuando la venda de los ojos, se eleva, tú decides que es lo mejor para ti. Desaparecen los gritos, recriminaciones y golpes cuando finalmente te vas, poniendo fin a la amarga pesadilla que te persigue día y noche. Desafortunadamente, la violencia de género está presente en nuestras vidas. La mejor manera de exterminarla es interviniendo, y teniendo claro los valores prioritarios de una vida que sólo te pertenece a ti, y jamás tiene que sabotearla nada ni nadie.
Hay que dejar surgir los sentimientos y expulsar las relaciones negativas. Las personas violentas, no requieren ninguna explicación ni razón para alejarlas de tu entorno. Hay que comprender que el respeto y la igualdad son derechos muy importantes para la mujer. 

Amor marital

Sharama se quedó durante un rato en el suelo, hasta que se dio cuenta de que Uuwä,  su esposo, cansado de pegarle, se había ido. Finalmente se levantó y, arrastrando los pies, se dirigió a una esquina. Allí se quedaría durante horas. Advirtió que tenía sangre seca en el rostro. Le dolía mucho el cuerpo. Cuando a Sharama la casaron, le dijeron que las palizas de Uuwä marcarían cuánto le quería éste. Sin embargo, ella no terminaba de comprender cómo le podía querer alguien que, cada luna, le insultaba, le pegaba, le decía que era una inútil.

Siempre serás mía

La casa quedó en silencio. Todos habían marchado. La policía precintó la puerta. Habían retirado los cadáveres. Se trataba de un nuevo caso de violencia doméstica.
Pero dentro, pasaba algo extraño:
Engracia, como de costumbre, se metió en la cama y se tapó hasta las orejas. Pensaba que él no le iba a molestar más y, si descansaba un poco, los hematomas de la cara se borrarían.
El resuello cansino de Fulgencio le devolvió a la pesadilla de cada día. Volvió a sentir un frío difícil de aguantar.  Además, no conseguía verle.
—¿No me vas a dejar descansar en paz?  —dijo ella.
—Ya te lo dije, ni muerta dejarás de ser mía —contestó Fulgencio.


Un mundo nuevo

Escuchemos los gritos dolorosos de aquellos que quedaron en el viento, aquellos que rompieron las ideas de otros apropiándose de su tiempo. Escuchad al que marchó porque algún día también marcharemos, Demos paso en nuestra mente a los que sintieron y habitaron otras vidas. No dejemos que el soplo del ahora nos ciegue lo que está por llegar. Abramos nuestras mentes enjauladas por actos mecánicos, Surquemos nuestro tiempo hacia un nuevo mundo, un mundo libre de diversidad, libre de libertad. Respetemos, comprendamos y vivamos de una vez.

La vida como un suspiro

La vida se iba como en un suspiró, o quizás no. A veces, se quedaba congelada la noche en un instante aterrador. El mundo se paraba en un grito o un quejido ahogado, el de su madre. Ella muerta de angustia y tristeza infantil y a su vez, en sus pesadillas. Una congoja se reinstalaba en su pecho, oscuridades, temibles momentos de vigilia.  
Su madre en su cama, deteniendo así discusiones o golpes. Acurrucándose temblando contra su cuerpo pequeño, dócil y ligero; sollozos ahogados. Soplos eternos, dejar de respirar de mover ni uno solo de sus pequeños músculo. Paralizada, hasta quedarse dormida, todas las noches de todos los días. Bendito sueño, bendita noche.

No me dejes

Cansada de llorar por dentro, marchita por el amor que siento, y por el odio.
Llegó a casa apestando a alcohol, como siempre. No me atreví a decirle nada, nunca lo hago, no quiero ser esa clase de mujer, una de esas que esperan a sus maridos toda la noche. Aun así me quedo despierta, y con la cena preparada, por si tiene hambre.
Al llegar no me mira, no me dice nada y se va a la habitación. Yo sé dónde ha estado, y que me es infiel, pero no quiero decirle nada, o tal vez no me atreva.

Me meto en la cama a su lado, y él me abraza, siempre lo hace.

-No me dejes.- Me susurra

Mi horizonte es perderte

Seguía vistiéndose a la manera occidental, pero día tras día notaba que un burka invisible y férreo la iba cubriendo por completo. Cuando ya su visión del mundo quedó limitada al espacio que sus ojos podían abarcar en línea recta, se colocó unas gafas oscuras y entró en la sumisión total.
 

Meses después su marido, no contento aún con este acatamiento, le recriminó su sosería y falta de imaginación; harto de insultarla, le dio un bofetón y las gafas salieron despedidas. No había ojos. Intrigado, el marido zarandeó su cuerpo, un maniquí a cuyos pies, tapado por el burka, había una nota: "Canalla. Adiós".


Pedagogía social, por favor

Era un estado moderno con sus leyes de igualdad y sus ministras miembras, no uno de aquellos desventurados en donde se las lapida ante la muchedumbre. Era un estado moderno que tenía casas de acogida para ellas y unas pulseritas a juego para el maltratador. Cuando saltaba a los noticieros una de estas noticias, el comentario de las gentes se repartía: "no había denunciado (o: lo había hecho, pero había retirado la denuncia); el alejamiento y la terapia no sirven de nada, ya se ve que en cuanto pueden la hacen; pena de muerte (o castración) a los autores; la culpa es del gobierno.
 

Pero sin actuar individualmente. La responsabilidad siempre es de los otros.


A partir de hoy

Dormir después de más de tres años de pesadillas y temblores nocturnos.
Abrazar a mi hijo con la seguridad de no volverlo a perder.
Olvidar las amenazas verbales y físicas.
Recordar para siempre el momento en que fue detenido.
Vivir.
Soñar.
Todo a partir de hoy.



Muertes ocultas

Como un bigote a lo antiguo; como una mirada exterminadora de ideas contrarias; como un holocausto en casa: así es tu mano alzada antes de dar la bofetada que desgarra, de nuevo, la ilusión de normalidad. 

Plato roto, cinturón fuera

El muy bruto se levantó casi de un salto en cuanto se me cayó su cena al suelo. Le aseguré que se la volvería a preparar pero él, que tal y como movía los brazos parecía King Kong, me soltó un manotazo como derribando una de las avionetas. Solo que fui yo quien cayó contra el suelo.
Pensaba en el divorcio desde que empezó la violencia física. Pero quizás el miedo o la compasión, hacia él porque por mí misma parecía no tener, ese paso aún estaba por dar. Pero cuando alcé la mirada y lo vi sacándose el cinturón, mirándome con esos ojos asesinos comprendí que ya era tarde. Ojala lo hubiese hecho, las cosas no habrían acabado así.

La felicidad

Cuando lo vi por mi primera vez, su mirada se cruzó con la mía, sus manos se entrelazaron con  las mías y su cuerpo se fundió contra el mío... En ese momento comencé a temblar de amor y pensé "esto es la felicidad" la felicidad que sienten dos cuerpos al unirse en solo uno...
De eso ya han pasado varios años y cuando lo veo, sigo sintiendo ese temblor cuando cruza su mirada con la mía, cuando sus manos se entrelazan con las mías y cuando su cuerpo se funde contra el mío...La diferencia es que ahora tiemblo de miedo, en vez de amor.
Ojalá todo volviera a ser como antaño, eso si sería para mí, la autentica felicidad.

Vivir al revés

Pensó su vida empezando por el final.
Nacería teniendo su casa y encontrando un trabajo cuyo fruto administraría según su criterio. Se sentiría merecedora de ser amada por alguien que respetase sus cicatrices sin querer borrarlas.
Asistiría a terapia durante años y viviría con la angustia pegada a los talones por miedo a hallarle en cada esquina.
Años más tarde se sabría capaz de abandonar a un hombre que la respetaba solo con violencia y la insultaba porque la quería más que nadie.
Tiempo después se casaría y su marido le haría un primer desprecio serio. Y aquí se acabaría el cuento. Porque ella ya conocería la sensación de ser alguien más allá de él. Le alejaría firme, sin contemplaciones.





Nueve líneas

¡Cómo resumir en nueve líneas una vida destrozada!:
En ocho años me convertí en un despojo humano, absolutamente infravalorada por mí misma, con un sentido tremendo de inutilidad y culpa. Él me había aislado de mi familia y amigos utilizando artes de manipulación de las que nunca fui consciente y no llegué a comprender sino a base de diez años de terapia, de los cuales la mitad los pasé luchando contra mi silencio hasta que la impotencia me arrancaba el llanto.

Al principio, estaba confusa y hundida: no sabía qué había hecho tan sumamente mal como para que él me echara de su lado, con lo que yo le amaba… Seguramente —pensaba— se había hartado de perdonarme.


                

Amando desde el respeto a la libertad

Se miraban silenciosos en las tranquilas largas tardes de domingo en aquella residencia geriátrica de capital de provincias, a veces interrumpidas por la visita de familiares
Mientras la pareja formada por Marcelino y Antonia, dos octogenarios, se miraban arrobados por la inmensa ternura acumulada en sus muchos años de convivencia
Se sorprendían cuando las auxiliares les preguntaban por el secreto de su amor, sonreían mientras les respondían en silencio mirándose a los ojos con infinito cariño
Las jóvenes empleadas no se conformaban y les insistían queriendo saber el secreto de su feliz y larga convivencia, entonces Marcelino y Antonia les contestaban al unísono siempre sonrientes: Respeto y confianza

      

MARTA

Marta trabajaba en una empresa de limpieza de oficinas. Muy a menudo iba a trabajar con la cara hinchada y los brazos llenos de moretones. Realizaba su trabajo con mucho esmero y dedicación, aunque siempre con la cabeza agachada como si tuviera algo de que avergonzarse. Un día decidió denunciar a su agresor: su pareja y padre de su hijo. A pesar de la orden de alejamiento se fue a vivir a otra ciudad con su pequeño. Desde hace unos meses, acarrea siempre consigo un brazalete localizador de personas. Pero, nadie puede evitar, que aquel hombre allane cada noche sus sueños.

Así es la rosa

La primera vez que la llamó puta a él se le llenó la mano derecha de pétalos. Con la bofetada inicial el pie izquierdo se le hizo espinas. Así que ella no perdió más el tiempo en terapias ni exámenes de conciencia y se esmeró en servirle la comida fría, en no volver a plancharle una camisa, dejó de invitar a comer a la suegra, le llamó al bar cada dos por tres, tomó café con Tatiana todos los jueves justo cuando él abandonaba el club, volvió a la universidad, organizó tés y tertulias, le canceló el Canal Plus Liga…, y ahora roza la felicidad vendiendo las mejores rosas de toda la comarca.

Ausente de mí

Me repetí mil veces que la culpa no recaía en mi persona, observando la desnudez que se reflejaba en el espejo. Ningún recoveco de mi cuerpo denotaba cicatriz alguna pero las heridas internas eran tan profundas que me sentía sucia, estúpida, ausente de mí. Y no, no… Fue su ingrata persona, su doble cara, sus buenas maneras a con el mundo, su educación exquisita con el resto de los presentes en su vida cotidiana lo que me impedía ver si sigo siendo yo o es otra quien ocupa mi cuerpo, quien se apodera de mi mente. No soy capaz, no tengo el valor para, después de su paso por mis treinta y un años, ser yo.

Dónde el grito

Ahogó el grito. Contuvo las lágrimas. Dejó la sangre derramarse por su mejilla mientras le miraba fijamente a los ojos, apenas un ademán acusatorio o de protesta. Él mantenía su respiración entrecortada y todavía los puños alzados. Se mostraba inmóvil ante la pasividad de su mujer, sorprendido por la ruptura del patrón arcaico de comportamiento. ¿Dónde el grito? ¿Dónde la lágrima? Confundido, trató de elevar la mano para rozar su mejilla, sangrante y reprobatoria. Ella se apartó instintivamente.

¿Dónde el grito? ¿Dónde la lágrima que le serviría a él de reacción y búsqueda del perdón?

Caída, desplome, derrumbe. Su mujer, sangrando ahora también por los orificios nasales, se encontraba en el suelo. Nunca más existiría el grito o la lágrima.

El difícil reto

"Cuándo empezó realmente todo…", pensó mientras la sangre le caía a borbotones de su nariz. Realmente no era fácil datar una fecha concreta, aunque creía que todo había comenzado durante su tercera escapada juntos años ha, en donde había podido vislumbrar algo de esa parte tan animal que después conocería tan bien…

Cómo había aguantado tanto…
En realidad eso sí lo sabía, había sido un enamoramiento mayúsculo, no había tardado apenas en quedar prendada de su carisma y se sumergieron en un torbellino de pasión y sentimientos que le hizo engancharse cada vez más a él.
Hoy, tras la última paliza, estaba decidida a dejarle, y esperaba, esta vez sí, reunir fuerzas para hacerlo.

Mujer campesina

Mujer campesina, parto trabajado de los días, geografía de dolores…de días pelados…de azotes milenarios… Madre de todas las madres, los cuervos anunciaban las meriendas y los hijos jóvenes mordían la leche en tardes de sendas y cañadas. Mujer de aquellos días, envelada en un ayer cualquiera, tu vientre enfermo y golpeado era nuestro futuro y tus renuncias nuestros desvelos. Entre las acequias de nadie lavabas tus vestidos, trillados de veredas y caminos. Sobre tus manos, encallecidas, se forjaron tus miembros… Madre de todas las paradas y fondas, de rostro azotado en tiempo y campo. Tu eco deshabitado fue condenado a lo efímero.


Cristales nuevos

De nuevo los cristales rotos. Se agachó a recoger sus gafas mirándolas sin ver, con el eco del golpe aun latiendo en sus oídos. Esta vez no estaban sólo rayadas. Estaban rotas. Recogió la montura, tratando de sujetar del modo que pudo lo que quedaba de sus lentes; sintiendo como los añicos se colaban sin piedad entre sus dedos. Y se cortó. Se cortó con los restos de unos cristales que ya no podían aguantar más golpes, más caídas ni más nada. Rápidamente tapó la herida. Aún estaba a tiempo, la hemorragia era pequeña. Necesitaba unas lentes nuevas, ya no había pegamento que arreglase aquello. Lo había decidido. Aquella tarde no solo consiguió unas nuevas gafas, sino una nueva vida.

Ejemplo


Ella me mira. La realidad me acusa desde la inocencia de sus ojos. Ella me mira y de golpe sé que esto está muy mal.
Ella me mira y duele. Me hace sentir nauseas. Culpabilidad. ¡Rabia! ¿Qué hago? Por el amor del cielo, ¿qué le estoy haciendo? ¿Cómo puedo tratar así a alguien que quiero? A la persona que más quiero del mundo.
-No te asustes, mi amor.
La abrazo y en mis brazos se hace más pequeña y llora. Con sus pequeñas manitas toca el moratón inflamado de la mejilla y el labio roto.
-¿Te duele, mami?
La acuno conteniendo sollozos de rabia. ¿Qué ejemplo le estoy dando? ¿Cómo le enseño a ser?
-Vámonos, cariño. No dolerá más.