miércoles, 22 de octubre de 2014

Imposible

El trapo, que no sabe de que habla la bayeta, mira su acepción en el diccionario y se arruga ante lo que ve.
Bayeta, tratar a su marido como a un trapo ¿no es un buen ejemplo para un diccionario, no?
Claro que no lo es, trapo. Estos detalles importan mucho, y así es imposible erradicar la violencia machista.
Antes de cerrar el diccionario, quisieron conocer el significado de la palabra violencia. Lo que leyeron en su acepción cuarta no gustó nada.
Así es imposible, imposible ¾dijeron mirándose tristemente.

Rutinas


Tras la pelea suele llegar el golpe, a veces varios, hoy solo fue uno pero el hombro le dolerá durante días. Lo siguiente se lo conoce de memoria: las disculpas, el arrepentimiento y el "no sé lo que me pasa", luego la retahíla de excusas y los comentarios que culminan en que la culpa es suya porque lo desquicia discutiendo, en vez de decirle a todo que si. El final siempre es el mismo: sexo para él y sentirse una ramera mal pagada para ella.
Esa noche, al oír los ronquidos masculinos se levanta, se viste y al tocar el picaporte, oye a su marido:
– Cariño tráeme un vasito de agua.
Y piensa:
– Por mi puedes deshidratarte.

Derecho a tenerlo

Miradas, ojos, en la escala de grises, 
jamás pensé que sus ojos acabarían de ese color triste.
Me dijiste que fuiste feliz en la vida, 
no supiste ordenarme esa frase que decidía cual fue tu día.
Mamá, "tía",
no trates con quién trata con el puño cerrado,
cualquier día llegará el final para ese degenerado.
Sube tu puño arriba, míralo con fuerza y energía.
Siempre supe de tu valía, hazme caso y revisa tu ideología.
Tus lágrimas llenaron la bañera,
se ahogaron tus penas en dolor,
la mirada perdida se encuentra,
como la rabieta de un niño sin caramelo,
pataletas y después una recompensa.
Poco a poco fue moviendo su jugada,
hasta hacerse mayor y comerse a la dama enjaulada.

Alicia

Alicia ya no vive de maravilla, el príncipe que salió rana dijo:¡ el cuento se acabó! nada más darse la vuelta la hada madrina. El arco iris de Alicia se forma con gotas que no son de lluvia y de los colores de un labio partido. Inventa razones para aguantar esperando que el final vuelva a ser comer perdices ¡Despierta acaso bella y durmiente de Orfidal! Mírate en el espejito y di que será la última vez.


Te quiero , pero vete de aquí

Agarrada a mis rodillas, escucho su golpe en la puerta del baño. Solo un pestillo oxidado me separa de él. Mientras hago trazos irregulares sobre la baldosa del baño.
Del rugido pasa al gemido y del puño pasa a la mano. Me pide que salga, que no me hará daño.

Todos me dicen vete, que te ha hecho daño, vete…

Pero le quiero, ¿es tan difícil de entender.  Sin él me ahogo, aunque  él me ahoga. La gente no sabe lo que es querer. Lo aguanto porque le quiero, y él me quiero a mí. Me lo repite a cada golpe, susurra que no le abandone.

Te quiero. Me has hecho daño vete , por favor  vete de aquí …

Sólo quiero morir

Abro los ojos con dificultad. Apenas veo nada, no siento nada. Tan sólo el pitido de una máquina enchufada a mí. Me duele todo el cuerpo. ¿Por qué me hace esto? ¿Por qué me pega? Y todo por servirle la cena fría. Sus gritos me ensordecen, sus golpes me duelen. "¡Para, para!" Suplico, pero no escucha, hasta caer rendida sobre la alfombra, medio muerta.
      ¡Dios mío! ¡Ahí viene! Entra en la habitación. Llega sonriente, con unas flores en la mano. Ya no está borracho. Se acerca


a mí. ¡Tengo miedo! Me besa con ternura y me susurra al oído: "Tranquila cariño. No volverá a ocurrir. Te quiero tanto..."
Odio sus palabras. No quiero oírle. Sólo quiero morir.

Imbécil


Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. No les encontré en su habitación. Fui al salón, tal vez estuvieran viendo esa serie tan ñoña. Tampoco vi a su madre. Ni a su madre, ni su ropa, ni las llaves del coche grande, ni los álbumes de fotos de cuando eran todavía unos renacuajos pequeños, ni la cena convenientemente preparada, ni mi ropa del día siguiente perfectamente colocada en el galán.

Sólo pude ver, en el espejo de la habitación, mi cara de imbécil y su nota amarilla: NI UNA VEZ MÁS.

El café

Entro en la cafetería. No acostumbro a hacerlo sola, pero necesito aprender a hacer cosas distintas. Me cierro, mecánicamente, el último botón del abrigo y me bajo, aún más, la falda. Debería asimilar la idea de que ya no me va a hacer más daño, que tiene una orden de alejamiento, pero requeriré tiempo. Con la mirada baja me acerco a la barra. Pido un café con leche, y en el mismo momento en el que doy el primer sorbo, suena un mensaje en mi móvil. Es de mi ex marido: "¿qué tal está el café?"

Aprender a bailar bajo la lluvia

Tras el último clamor del trueno furioso, cayó el primer rayo sobre aquel joven árbol, éste, sorprendido por su dureza no pudo más que aguantar plantado la tormenta. Le parecía normal, al fin y al cabo ¿Quién era él para juzgar la violencia de la naturaleza?  Pasó el tiempo, y pronto,  aquel hermoso árbol se marchitó, sus hojas cayeron  y su corteza perdió el brillo de antaño. Pero él seguía aguantando bajo la lluvia. No fue hasta estar al borde del desplome cuando reaccionó. Como un árbol bajo la lluvia se irguió, y despojándose de las vendas que ocultaban su realidad fue en busca de un nuevo bosque donde reposar los verdes musgos que habían florecido por todo su tronco.

Preámbulo a la insolencia


— ¡Ve a tu cuarto y cierra la puerta! — chillaba mi madre desde debajo del lecho conyugal.
            Mi padre la arrastraba hacia afuera para protegerla del hombre del saco.
            — ¡Vete de aquí! —volvía a gritarme
Asustado, esperaba en cualquier momento la aparición del monstruo que habitaba en el dormitorio de mis padres. Corría a mi habitación y me encerraba dentro. Sabía que ningún criminal se ocultaba debajo de mi cama. Allí me sentía seguro. Aun así, temblaba al percibir los golpes que se oían al otro lado del tabique.
Necesité varios años para adquirir el suficiente  coraje que me permitiera esclarecer la sospecha. Un día, me oculté armado en su escondrijo y esperé con sigilo su llegada. Aniquilé a la bestia.       

El último abrazo

Hace un segundo te abrazaba intentando que con cariño te calmaras, para dejar atrás un enfado sin sentido, por algo tan absurdo y ridículo que opté por reír y abrazarte.
¡Todo ha pasado tan rápido! ¡Fue tan inesperado…!
Lo siguiente que recuerdo es tu mano oprimiendo mi cuello y que apenas sí podía respirar. Me has levantado clavándome tus dedos con fuerza, hasta que con toda tu rabia me has lanzado de espaldas contra el suelo.
Tú huyes, yo noto el dolor mientras suena tu portazo, no sé si me puedo mover, pero he visto algo claro: ¡hemos terminado! Digas lo que digas, o hagas lo que hagas, no dejaré que esto vuelva a suceder jamás.

El ring

Él dijo: pide un deseo. Ella dijo: un saco de arena y unos guantes de boxeo. Un profundo silencio invadió la sala. Dios bajó la cabeza, se sintió impotente.

lunes, 20 de octubre de 2014

Saludos microrrelatistas lectores y/o escritores

Este es vuestro blog, llenarlo de gotas semánticas para formar un mar contra la violencia de género, que cada una de vuestras aportaciones sea una ola que rompa contra este drama... ¡a despertar conciencias, a embellecer el blog con las palabras justas!