martes, 17 de diciembre de 2019

GANADORES DE LA VI EDICIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO


Reunido el Jurado del VI Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género, formado por las siguientes personas:

Presidenta: La concejala delegada de Mujer e Igualdad de Oportunidades y presidenta del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, Dña. Ana Belén Martínez Garrido.

La trabajadora social del CAVI Mar Menor y miembro de la Comisión de Violencia de Género del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, Dña. Silvia Velázquez López.

El bibliotecario del Ayuntamiento de San Javier, D. Juan Salvador Egea Franco. 

El secretario del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, D. Felipe Andrés Gutiérrez.

Una vez leídos todos los microrrelatos, el jurado otorga los siguientes premios, según las bases del Concurso, a las siguientes personas:

1er premio, dotado con 250 euros, a D.ª E. H. de M. con el microrrelato Historia Nueva.
 https://sanjaviercontralaviolenciadegenero.blogspot.com/2019/11/historia-nueva.html

2º premio, dotado con 150 euros, a D. A. J. D. T. con el microrrelato Un Tercer Piso sin Ascensor.
 https://sanjaviercontralaviolenciadegenero.blogspot.com/2019/11/un-tercer-piso-sin-ascensor.html

3er premio, dotado con 100 euros, a D.ª L. G. de T. B. con el microrrelato El Ruido de la Sororidad.
 https://sanjaviercontralaviolenciadegenero.blogspot.com/2019/11/el-ruido-de-la-sororidad.html


jueves, 12 de diciembre de 2019

Y yo sólo pido ser mujer

Con su máscara de ser generoso prometió convertirse en mi ángel. Y yo le creí.

Con su careta de hombre cariñoso aseguró que me haría feliz. Y yo me ilusioné.

En el viaje que nos llevaría al firmamento el antifaz se desprendió de su rostro. Y yo comencé a sufrir.

Con su semblante de auténtico monstruo sus palizas me hicieron morir. Y yo, desde el cielo al que me has impulsado, pido justicia para ti mujer.

Entre el hielo

La mujer que intenta masticar la comida con unos dientes que no son los suyos contempla a los cuatro niños que están sentados al otro lado de la mesa. Mientras ella apenas llega al plato, sus nietos están cada vez más altos. Al verlos reir felices, se impregna de la alegría que le falta. Salvo por estos pequeños momentos de luz, se siente triste, encogida, mayor. Su marido charla jovial con el resto de los invitados. Está contento entre los suyos. No percibe en él ni sombra del frío muro con el que se topa a diario. Siempre duro, exigente y afilado. Aunque nunca ha recibido de él una palabra cariñosa o alentadora, ella sigue a su lado, como prometió.

Chocolate

Me quedo mirando cuando te vistes. Escondes ese lado de la cara y pasas la esponja por tu mejilla, es milagrosa. 

Cada vez que pasas cerca, me das un beso. Cuando nos preparamos para ir al supermercado eres irresistible.

Él está en el salón. Con esa camiseta de tirantes, se puede leer en su piel nuestros nombres y, sobre ellos, aquellos dibujos. La gente lo observa, me parece que saben lo que pasa en casa.

Te has vuelto a cambiar, ese pantalón ancho no me gusta, ¡es tan negro!

Ya en la tienda, llena de gente, le he visto sonreír. Aprovechas y coges chocolate.

No quiero volver a casa.

Frío

Frío.

Como el silbato del sereno que anunciaba el toque de queda. 

A la misma hora, como cada viernes, el infierno entra por la puerta.

El frío en la inocencia de mis cinco años que se sentían en el abismo.

Con la indefensión aprendida de quien no encuentra consuelo en los brazos de una madre.

Tantas veces tuve que bailar conmigo misma, a pies descompasados, entre notas malsonantes la misma canción. 

Que aprendí a ser.

Ser esa mujer que vio a su madre caer a un pozo en el que tú la ahogabas. 

Ser esa mujer, no rendida, que insistió en quitar esa mordaza para que ella viera que se merecía la vida.

La vida sin ti.

Papá, mamá, entiéndelo

Mis padres me obligan a casarme con un hombre al que yo no quiero. Parece ser que ellos no lo entiendan, por mas veces que les repita que yo no pienso subir en el altar y prometerme con ese chico, ellos no me hacen ni caso. Intento explicárselo pero mis padres son de mentalidad cerrada, no entienden que no quiero a ese hombre, i no porque no me gusta, si no porque des de pequeña me he sentido atraída por las personas de mi mismo sexo.

La escuela


Sale a la pizarra por orden de su profesor. Con tan solo once años ya es apreciada por sus dotes. Esta vez tampoco es capaz de resolver el problema aunque todos los chicos prestan curiosa atención. El maestro, tan amable como siempre, la invita a su despacho una vez más. Necesita más clases de refuerzo.

Otra tarde productiva − repite el profesor mientras la despide con una palmadita en el culo.

Ver para crecer




Ese día jugábamos el gran partido entre el barrio del norte y el barrio del sur, pero nos faltaba un jugador.

—Hola, chicos, ¿puedo jugar? —dijo Andrea muy contenta, vestida con su pantalón corto y sus botines de fútbol.

Todos nos quedamos mirándola con cara de asombro.

—Sí, claro, ¿por qué no? —dije entusiasmado.

—¡Es una chica!, no sabe jugar —me dijo el capitán del equipo al oído.

—Y… ¿quién lo dice?, a lo mejor es tan buena como cualquiera de nosotros.

—Si perdemos, será por tu culpa.

—¡Vale!, asumiré ese riesgo.

Ganamos por tres a uno y Andrea había metido dos de esos goles. El capitán se quitó su guante de portero y fue a felicitar a Andrea.

Literatura


Me entregó su vida una mañana de enero. Aquel regalo carecía de envoltorio. Su mano apretaba la mía mientras me ayudaba a recorrer el abecedario. Armadas de tinta, juntas llenábamos de color un mundo que, sin saberlo, nos daba la espalda.

Hoy solo quiero recordar su nombre en estas líneas, gritar los días que le arrebataron, los versos olvidados y las sonrisas que borraron de nuestros rostros. Aquel día no me enseñó a escribir, ella me dio voz para contar nuestra historia, la que acontecía entre paredes y puñetazos.

Mamá, viven tus batallas, lecciones y caricias entre mis palabras, eternamente, en este espacio llamado literatura.

Siempre


El tick azul dilucidó el contenido del mensaje. El fragor de las sombras vespertinas de ayer, los besos incandescentes, el apetito consumado; le di todo lo que fui. Encendí y apagué el móvil repetidamente, esperando una respuesta, tratando de ocultar los accesos de locura a los que me sometía. Entonces recordé a aquella chica con la que estuvo hablando a solas la noche anterior. «Eres lo que más quiero», solía decirme, pero con mi apariencia solo le bastaba. Saboreaba mi cuerpo, recorría mi espalda con sus dedos de porcelana, discurría por sendos promontorios. Yo le daba luz verde, creyendo que sería suya. Tras horas entrelazados por las sábanas, concluye siempre: «mañana a la misma hora te querré más.»

Huellas


Las ventanas aleteaban escabulléndose de un huracán de pensamientos. La lluvia impedía ver más allá de sus dedos arrugados por la paciencia. Gritó a los cuatro vientos. Silencio. Solo se escuchaba sus zapatos roídos por dientes vulpinos. La luna parecía inmarcesible en el cielo, ocultando su luz de aquellos callejones. Gritó a los tres vientos. Silencio. Golpeó sus nudillos en la madera. Jipió de rodillas debajo de un balcón. Solo un cuervo la vio, de lejos, sin detener su vuelo. Gritó a los dos vientos. Silencio. Rebuscó su móvil en cada uno de los bolsillos de su chaqueta hecha jirones, aún sabiendo que no lo encontraría. Gritó al viento. Silencio. Cristal rojo en su muñeca ahogada en un charco cualquiera.

La niña manos de cerdo


Mama raspa el arroz con leche y no me da ná. Rita no viene a lamerme los dedos y se queda en el banco de la plaza con don Euclides el carnicero que le mete y le saca el dedo por el hueco que le veo cuando bate la cola.


—Yo te he enseñao a ser una señorita de bien —me dice.
—Pero mama, la niña manos de cerdo me obligó.

Don Euclides deja a Rita y la niña manos de cerdo la acaricia y me mira aburría de estar con su papa que coge a otra perrita a la que no le tenemos nombre.


—No juego más con vos, niña sin dedos ni mama.

Se despertó


Y cuando esa mujer se despertó, se dió cuenta poco a poco, de que aquél en que ella había confiado, la había estado destruyendo, queriendo o sin querer.

Fue una gran revelación que sacudió su mundo y el mundo de todos los que la querían. Pero ella, con fortaleza y coraje atravesó el terremoto. Y mientras veía lo que era su vida caer en pedacitos, sacó el escudo del amor para proteger a los más inocentes quienes dependían de ella. Así se refugiaron un tiempo.

Luego, llegaron la paz, la libertad, la esperanza, la autonomía, la diversión, la alegría, el interés y el optimismo, no solamente a esa mujer, sino a esa casa y a todos los que la querían. 


Sherezade


Al principio, cada día inventaba una historia para él. Después comencé a hacerlo para mí. Lo disculpaba por el cansancio, o por el alcohol, o por la falta de futuro, hasta convencerme de que en el fondo me quería. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, yo siempre terminaba igual: sangrando en alguna parte de la casa. Tuvieron que pasar más de mil y una noches para que abriera, por fin, los ojos. Cuando lo hice, aquel policía me ofreció su mano, entonces me dejé de cuentos y le dije, simplemente, la verdad.




Maleta



¿Cómo meter una vida en una maleta? ¿Cómo hacerlo a contrarreloj? El no tardaría en volver... ¡y eran tántas las cosas que quería llevarse!. Las fotos de sus hijas. Las joyas, por llamarles algo, de su madre; tanto tiempo ocultas por temor a que se las arrebataran. Los vestidos que no había podido ponerse durante años.  Lo fundamental eran los diarios. Ahí estaba todo: el miedo, la angustia, los golpes, el encierro,... Sus hijas tenían que saber, todo el mundo tenía que saber,...  De repente se abrió la puerta. - ¿Vamos? - le preguntó su vecina. Después de haber visto tantas veces la película, ambas estaban dispuestas a que la historia de Thelma y Louisse terminara de forma distinta.


Por todas las que algún día fueron silencio


Valeria no ganó. Con los ojos empañados de esfuerzo veía a lo lejos la meta, y siguió corriendo. Cada vez estaba más cerca. No se acordaba del número de su dorsal ni de cuántos kilómetros aún le faltaban por completar, solo siguió hasta llegar al final. No iba a subir al podio, no iba a morder la medalla como Ruth Beitia ni tampoco iba a enmarcar el dorsal en su habitación. No le importaba, ella decidió correr en nombre de todas aquellas a las que alguna vez, como a Valeria, alguien habría dicho que no, que no podrían. Valeria alzó los brazos en cruz y respiró hondo. Esto sólo era el principio.

Con salida

                            
Ella abrió los ojos, él le cerró la boca. Ella ya no estaba allí…
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Cicatrices de las pequeñas criaturas


Irremediablemente cruel; siempre que atravieso ese tramo de la carretera camino del pueblo, en irónicas huidas en busca de la paz, que poco a poco, me arrebata esta ciudad; mi mente me traslada a aquel ocaso de noviembre, a aquel episodio, uno más de tantos, y vuelvo a ver, la deslumbrante luz de los faros de los coches que vienen en el sentido opuesto, transmutando en siluetas oscuras a mis supuestos protectores; vuelvo a escuchar, el eco de los gritos llenos de asco y rabia que se profieren; vuelvo a inhalar aquel humo de cigarrillo; a veces, el pánico, la impotencia y el terror que acosaban a aquella vulnerable niña, que era yo, permiten a la pena germinar, y golosa, me arrebata una lágrima; pero luego, la carretera continua, al igual que continuó mi vida, y todo se disipa, y se queda atrás, y recuerdo que logré sobrevivir.

Juntos saldremos


Muchos son los golpes que han devastado últimamente nuestras calles, nuestras casas, nuestras gentes, nuestro mar, pilar de nuestro entorno.  La naturaleza ha azotado con fuerza nuestra tierra pero, el ser humano, a veces, golpea más fuerte, incluso.  Dicen que cuando el dinero falta, el amor salta por la ventana y el mío se ha precipitado al más hondo de los abismos.  En medio de todos éstos infortunios, me ha tocado vivir, en propia persona, lo que siempre parece que se ve lejano, pero igual que juntos nos estamos reponiendo de todo lo demás, yo también conseguiré sobreponerme a esto. Ni una vez más, ni un golpe más.

Postdata



Estaba acostada boca arriba y sus ojos de fuego apenas podían mantenerse abiertos. Se desprendió de sus recurrentes pensamientos cuando lo vió frente a ella. Esta vez no se escondería debajo de la cama.  No sabe cuánto tiempo transcurrió, pues todo se quedó inmóvil. Tal vez pasaron horas, o dias. Su indigna vida, llena de cicatrices, le pedía que siguiera adelante. Así, que cerró los ojos y lo dejó gritando antes de volver a mirar a la luna y ver cómo brillaba venganza. Se vió a sí misma en el depósito de cadáveres, leyendo una etiqueta con el nombre de su marido.  De repente comenzó a convulsionar. La enfermera tuvo que administrarle una dosis doble de tranquilizantes.

Mírate


Busco el maquillaje, como cada mañana, uno que sea oscuro, aunque mi piel sea blanca como la nieve. Mejor salir a la calle pintada como una puerta que tener visibles las marcas de haber sido golpeada contra la puerta de mi casa. No puedo dejarle, la culpa es mía, no puedo irme. Qué vergüenza contarlo, alrededor señalarían y mi hija se disgustaría. Ella tiene su vida, sus hijos y su marido, no quiero distraerla.

Hace poco me llamó por teléfono, tenia la voz temblorosa, pregunté qué ocurre, respondió nada, solo que estaba cansada. Me acerqué a su piso, vive cerca mío con su marido. Cuando entré al salón vi que estaba sentada, me acerqué a verle la cara, muy maquillada.

Un abrazo. Muchas gracias.

Amor ciego



Por fin pude verte con esos ojos con los que me negaba a mirar y comprendí que todo eso que decías que hacías por amor fue simplemente mentira. Una mentira tan grande, tan vacía que nos arrastró a ambos a un mar lleno de golpes y perdones en el que nos ahogábamos. Dicen que el amor es ciego, y que quien no llora por amor, no es amor. Yo lloré. Lloraba cuando me gritabas con las ventanas cerradas mientras el silencio era mi única arma. Fui ciega por miedo a perderte, cuando lo mejor hubiera sido cerrar detrás de mí y tirar la llave, para que ni yo ni nadie la encontrase. Para perderte en el tiempo.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Ni mérito, ni culpa

El cuerpo no pesa. Avanza, tranquila, a merced de una corriente cómplice. El bamboleo de sus pies le acercan al tesoro. Herencia fenicia ante sus ojos. En la popa de aquellos restos sumergidos, se acurruca, lejos del pirata que atormenta su alma. Una paz que no barrunta ni méritos ni culpas. Una paz a solas. Una soledad suya. 

La lluvia sobre los cristales despierta su sueño. Los pies, implorando silencio, se acercan a la ventana. Ve cómo el agua, furiosa, hace tiritar al mar de sus amores, a ese que guarda su refugio. El llanto ahoga por última vez su garganta y, en perfecto camuflaje con aquella respuesta del cielo, sale de casa y se funde con el mar.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Vacío

Primeró se escuchó el bofetón y luego la voz gritando: "¡Puta, eres una puta". Y cuando, de nuevo, la mano volaba a dar un segundo golpe; un brazo se interpuso. "A mi amiga la dejas en paz". En cuestión de segundos alumnas y alumnos rodearon al agresor y, sin necesidad de ponerle la mano encima, lo fueron apartando hasta cercarlo junto a la verja. Ni una palabra. Sólo la mirada de desprecio de quienes, minutos antes, compartían aula, pasillo, patio, recreo.

"¡¡¡Corten!!!". 

"La toma es buena, muy buena"; se oyó decir al director del corto.

Delirio

Siempre la observaba a través del cristal. De día y de noche. Él era un simple reflejo, no más que una sombra. Ella una muchacha triste desde que se casó con aquel animal que la mantenía presa. Retenida contra su voluntad. Así ambos, casi indistintos ya, cumplían la misma condena y, en sus celdas contiguas, lloraban su pena; divagaban y se atormentaban. No encontraban sosiego. 

Pero una oscura noche, la mujer se acercó al espejo con extraña serenidad y, para su sorpresa, su incondicional no aparecía. No lo entendía. De pronto escuchó un grito que procedía de la cocina. Bajó corriendo. Allí estaba el cuerpo sin vida de su marido y el reflejo había vuelto al espejo. Sonreía.

Ten cuidado

Me llamaste zorra. 

Me lo volviste a decir y la segunda dolió más porque no la podré excusar. 

Aún así no quería darte explicaciones de tus celos cuando jalaste del pelo. 

¿A donde quieres llegar? ¿No ves que te pueden ver? 

Siento que mi despreocupación no satisfaga tu ira pero ¿Era necesario ese guantazo? Espero que no me hayas hecho marcas pensé, ni que te escuchen gritándome, ya sabes que la última vez te la formaron.

No sé por qué nos tenemos que ir ya cuando lo estaba pasando bien en la fiesta y me has hecho daño en la muñeca, estoy aquí no me grites.

Cerraste la puerta de casa y me diste un guantazo. Estabas nervioso pero esto nunca había sido así.

Gritarte fue inútil pero esta vez quería desaparecer, irme por siempre, aunque no me quisieras dejar.

De pronto llaman a la puerta, se hizo el silencio, era la policía. Juro que yo no la llamé.

Y dije como tú que no pasaba nada, pero no me creyeron.

Quizás si no me hubieras dado aquél bofetón que dejó mi ojo hinchado, o si no me hubieses dejado esas marcas en la muñeca, o si no hubieses gritado tanto… los vecinos no habrían llamado.

Cicatrices de las pequeñas criaturas. Simón Colombia

Irremediablemente cruel, siempre que atravieso ese tramo de la carretera camino del pueblo, mi mente me traslada a aquel ocaso de noviembre, a aquel episodio, uno más de tantos, y vuelvo a ver la deslumbrante luz de los faros de los coches que venían en el sentido opuesto, transmutando en siluetas oscuras a mis supuestos protectores; vuelvo a escuchar el eco de los gritos llenos de asco y rabia que la profería; a veces, el pánico, la impotencia y el terror que acosaban a aquella vulnerable niña, que era yo, permiten a la pena germinar, y golosa me arrebata una lágrima; luego, la carretera continua, al igual que continuó mi vida, y todo se disipa, y recuerdo que logramos sobrevivir.

Perro malo

Me siento como un perro: como como un perro, duermo como un perro, ladro igual que un perro. En el colegio siempre me han dicho que soy un verdugo, un semoviente sin derechos, un cánido de corazón de piedra.

Obedezco y me arrastro, me dejo llevar por el collar con la lengua fuera, babeando sumiso. Me tiran del rabo y de las orejas. Me llaman y acudo raudo porque soy un perro.

Así llevo toda la vida.

Pero últimamente empiezo a notar una saliva blanca que burbujea violentamente en mi boca y me cae por la comisura de los labios.

Y no tendré más remedio que devorar, morder, machacar y moler...Porque soy un perro, un perro rabioso.

Cruel suerte

Aún siguen mojados sus temblorosos dedos por las lágrimas limpiadas de sus ojos. De rodillas, con la cabeza agachada, recoge los restos de comida y porcelana rota.

Como cada día, ella no sabe la razón de su enfado. Jamás le habla, su voz se ha convertido en un grito constante, sus manos, hace años, transformadas en puños dañinos. 

Hoy ella lo había querido sorprender, es su cumpleaños. Él, ya lo ha celebrado en la barra del bar. Triste sorpresa arrasada por su cruel desprecio, amenazas susurradas frente a su rostro. 

Él se vuelve a marchar y ella, encogida sobre el frío suelo, piensa que hoy no le ha pegado, hoy ha sido bueno, hoy ha tenido suerte.

Muñeca de trapo

Hacía días que no pasaba y volvió a creer que era posible. Preparó una comida espléndida y se acicaló como antaño. Él, especialmente cariñoso, la halagó y se sentó a la mesa. Pero la niña no bajaba. Subió, pues, a buscarla a su cuarto, tarareando una canción. En el quicio de la puerta entreabierta su canción se ahogó. <<No vales para nada, Luisa. ¡Estúpida! ¡Inútil!>>, profería su dulce hijita a su muñeca de trapo mientras la golpeaba con odio. Aquellos insultos, aquellos golpes sobre la muñeca, que llevaba su nombre por elección de la niña, le dolieron más que todos los que había recibido de él. Sin titubear se fue a una Comisaría. Y esta vez denunció.

Pisando Fuerte

Se puso la camiseta de tirantes y el pantalón corto por todas las veces que le había prohibido salir a la calle destapada. Se calzó las zapatillas y corrió sin parar, pensando en aquellas ocasiones en las que había pisoteado sus derechos. Contempló como a su paso, otras mujeres la animaban a continuar. Apretó los puños y notó en su interior la fuerza y energía de cada una de ellas. Llegó la primera a la meta, con el rostro húmedo, pero no de lágrimas sino de sudor. Su corazón latía desbocado, aunque en esta ocasión no era por miedo. Había cumplido un sueño, pero ahora le quedaba ganar otra carrera, la más importante, esa que la alejaría definitivamente de él.

Ciclo con fin

De la misma boca que hace algo más de dos décadas callaba impotente ante insultos, hoy brota un "buenas noches, cariño". 

De las manos que entonces lamentaban no aliviar el dolor de los moratones, ahora nacen caricias espontáneas. 

Los ojos que veinte años atrás eran injustos espectadores de las peores escenas que puede presenciar un niño, hoy son testigos orgullosos de la magia de unos primeros pasos. 

Hoy, un niño convertido en hombre, da esperanza y rinde homenaje sin saberlo -o tal vez sí, quién sabe- a su madre y a las mujeres que como ella fueron, son y serán maltratadas. 

Actúa para que en la frase anterior solo quepa el pasado.

Es un buen marido, será un gran padre.

El mensaje oculto

"… Daddy pone las regla', tiene' que obedecer. Mami, no tiene pausa, ¿qué e' lo que va a hacer? …"

- Pero, ¿por qué escuchas esa basura, hija?

- Papá, no tienes ni idea. Es Daddy Yankee y ¡está súper de moda!

- Pues estará de moda, pero lo que dice no me gusta nada.

- Y eso, ¡qué mas da!

"… Con calma, quiero ver cómo ella lo menea, mueve ese poom-poom, girl…"

- Me parece mejor la Aitana esa, que dice que nada de tíos malos en su vida.

- Déjalo, papá…

Mierda. Papá será imbécil, pero debo reconocer que esta vez tiene razón (aunque no se lo pienso decir, claro).

Beso, sexo, muerte

Era un príncipe azul, un seductor, un depredador. Sus presas, inteligentes, brillantes y bellas chicas en desgracia, tristes, pobres, emigrantes. Su estrategia de conquista constaba de 3 días. Primer día: presentación, cena, beso. Llegaba en el momento de más aflicción, vestido de timidez, con una solución. Se presentaba atractivo, cortés y adinerado, con mirada noble y bondadosa. Era un filántropo. Segundo día: viaje, romance, sexo. Invitación a un paseo mágico, bellísimos paisajes cerca de algún castillo en la montaña. Tercer día: cuidaré de ti, ven a mi casa. Transcurrido un mes de ser su esclava, yo era la chica 457 de las 467 que registraba en su álbum de muerte. Robó mi independencia, mató mi honor.

Poema

Jamás se miró al espejo con los ojos amoratados. Pero cuando se miraba tampoco veía nada de lo que fue, nada de sus proyectos... Su vida se reducía a una silenciosa sumisión.

Sí, en los medios hablaban de mujeres maltratadas, asesinadas. Pero lo suyo no era eso. Sencillamente ella no valía, no servía para otra cosa que no fuera estar con él. Los sueños de juventud sólo habían sido la vana ilusión de alguien sin talento. 

¿Cambió todo con aquellos versos encontrados por casualidad? Cuando hallaron su cuerpo los aferraba con fuerza. "Dedicado a todas las mujeres que sufren a los depredadores emocionales". La sangre hacía ilegible el resto.

Hielo

Sus ojos eran trozos de hielo... No sentía lo que había hecho, solo deseaba controlarla porque pese a su chulería barata era un acomplejado.

El labio sangrante, el ojo izquierdo hinchado y los hematomas empañaban la beldad de la adolescente, pero en su mirada había determinación.

Él estaba puesto de coca, aunque ya le había atizado otras veces sobrio. Pronto caería en su camastro y ella aprovecharía la oportunidad para personarse en comisaría. Tras denunciarlo cogería el tren y se refugiaría en casa de Itziar.

Llamaría a su madre para tranquilizarla, pero no quería volver a oírle decir que los hombres solían sobrepasarse. Con dieciocho años sabía qué debía hacer para sobrevivir. Lo primero era alejarse de aquella mala bestia.

Rosa

Tus manos duras, tus músculos fuertes, tu altura mas grande eran el argumento de tus golpes, tus gritos, tus menosprecios que me arrancaban lágrimas y me hacían sentir culpable. La rosa del principio ya no la recuerdo, se marchitó mucho antes de ser testigo de como la espina de tu crueldad brotara y me hiciera sangrar una y otra vez cuando ya era tuya, alejada de los que me querían, de los que me protegían, de los que sufrían impotentes por mi ceguera. Pero eso acabo el mismo día que tu insignificante mente despertó poniendo fin al dolor de la conciencia. Ahora una preciosa rosa blanca luce frente a mí y en mi lapida pone "mamá, te queremos".

A primera vista

A primera vista nada tiene de violento volver a casa después de una verbena. Nadie diría que mi cuerpo aparecerá en el fondo de un pozo un año después.


A primera vista no parece violento tener una cita. ¿Por qué sería arriesgado?, ¿para quién? Mientras buscan mi cuerpo en diferentes contenedores piensan que para mí.

A primera vista no tan grave aflojar el coche en la carretera si has visto una chica que te gusta. Solamente te gusta y te apetece y te dejas llevar. Yo también podría haberlo hecho, ¿o no?

A primera vista el sexo con un poco de violencia no tiene por qué ser malo. A todo el mundo le gusta, ¿o no?

Ojos que no ven, una mujer desaparece

Soltar duele, sostener lo insostenible duele aún más. 

Y sostener la mirada que nos hace sombra puede volverse irreversible. 

Y cerrar los labios apretando el corazón seguirá ensordeciendo el mundo. 

"Para no amarla tenías que no mirarla a los ojos, pero cómo no hacerlo si era preciosa. Cómo no iba a querer hacerla mía, solo mía y para siempre", declaró el presunto culpable del asesinato de María, 44 años.

El hezcritor

A su pesar no vivía de su prosa pero cosechaba lectores a destajo. No era difícil. Tenía la visión-chivada- de una sociedad mejor. Dinero y contactos para los fuegos circenses en las presentaciones de sus libros y la compra de paladares literarios, también. Además, sabía manipular: "sácate una foto con mi libro si estás en contra de pegar a las mujeres". Pero, sobre todo, la experiencia de primera mano sobre lo que escribía la tenía en casa desde hacía tiempo.


Jamás escribiría ni podría llevarse la gloria de la novela negra que a su costa estaba a punto de escribir su esposa. Pero todo el mundo aplaudió dicha obra y fue, de hecho, la única legible.

La lista de deseos

Cada año viajábamos de Barcelona a San Javier por Navidad. A mis primos y a mí, nos encantaba ir a casa de tía Marta y de Antonio. No tenían hijos. Ella era prudente, de mirada siempre triste, pero muy dulce. Si parecía feliz, era con nosotros...


Recuerdo cuando decorando las galletas de jengibre, sonó el teléfono. Tía Marta escuchó una voz seca al otro lado, y solo asintió. Al colgar, sus palabras la liberaron – El tío Antonio, ha tenido un accidente y ha fallecido - Nosotros nos miramos incrédulos… Esa noche, todos tachamos el primer deseo cumplido de nuestras listas.

Super-señales



Se me acumulan los garbanzos en el carrito, pero es que le encantan los potajes… 

Hoy, empezamos a vivir juntos. No tenemos de nada y, para ir más rápido, hemos convenido que yo me encargue de legumbres, lácteos y bebidas y él, de lo demás. 

Por la carnicería, lo veo sin que se dé cuenta. Observo que lleva pez espada, galletas de coco y presa. Lo sigo, y, cuando llena su carro con botellas de lejía, me asusto. Camino hacia los vinos, agarro un Cariñena y se me cae. El suelo se tiñe de rojo. Recuerdo la última vez que me pidió perdón. Huyo. Él, que se quede para siempre en los congelados.

No volverá a ocurrir

Después de los golpes, él lloraba, la abrazaba y le decía, "no volverá a ocurrir", estas palabras le sonaban huecas, mentirosas, y dejaban en ella un sentimiento de culpa. La última vez que las escuchó fue la semana anterior, Alicia estaba en un rincón de la habitación, agachada, con las piernas, brazos y rostro amoratado. La mujer lloraba, escondía su cara entre las rodillas temblorosas, su marido le dijo «me provocas, no volverá a ocurrir». El hombre salió a la calle. La mujer se quedó absorta mirando las fotos de sus hijos, Pablo y Berenice «Tengo que hacer algo», ─dijo en voz baja.

Se recogió el pelo, se vistió deprisa y se fue a la comisaría.

El feminizador

La ciencia parece resolver muchas de las cuestiones materiales, ¿pero qué hay de la problemática social? Tenemos a nuestra disposición electrodomésticos que resuelven todas y cada una de las tareas del hogar, pero no existe la tecnología que asegure un hogar a todas y cada una de las personas. Tampoco lo hay para eliminar el machismo ni la violencia de género. Os presento al "feminizador", una tecnología innovadora que no solo detectará sino que transformará en feminista cualquier acto machista. Es más, paralizará temporalmente a cualquiera que intente abusar o agredir verbal, física o sexualmente. ¿Lo hacemos realidad?

No eres tú, soy yo

«En fotos parecía mejor físicamente. En realidad era incluso mejor en persona, ¿pero qué es ser mejor físicamente?. Pensándolo bien no era mi tipo. Nadie es tu tipo, ignorante. Yo creo que seguía enamorada de su maldito ex. Estaba enamorada de ti, cenutrio. Yo no la quería tanto como ella a mi, no se merecía a alguien como yo. Tú no te quieres ni a ti mismo, insensible. No se llevaba bien con mi familia. Nunca le diste una oportunidad, ella era encantadora con todo el mundo» deliraba mirando frente al espejo con los ojos lluviosos... y el espejo gritaba.

Autoconvencerse de que algo malo está bien... es una realidad... de mentira.

¡Inocente! Inocente eras antes de hacerlo.

Buscando el camino

Le vi marchar...

Dejó caer su cuerpo junto al arroyo, lleno de abrojos esperanzados.

La mano buscó el lugar donde apoyarse, encontró un vacío en el espacio que le rodeaba. Toda su humanidad fue a parar al abismo abierto por el paso del tiempo.

Las cloacas del conocimiento, le habían sumergido en un sueño del que quería despertar.

Por su mente, fueron deslizando recuerdos como en pasarela. No era capaz de discernir. Las vivencias se sucedieron hasta dar con la clave.

Tenía que correr. Solo había un puesto. Tenía que ser para ella.

Con los pies clavados en el lodo y la mirada exhausta, llegó hasta el lugar donde le esperaba el árbol de la vergüenza, implorando su abrazo.

Es el cielo tu lugar

Eivi una bella paloma, volaba con gracia y pureza como si su único trabajo fuera contentar la vista. Pero no todas las vistas se alegraban, algunas se amargaban al ver su alegría y fueron tras su sonrisa. Con engaños y dulce alpiste, teniendo apariencia piadosa más con todo lo contrario en sus intenciones. La envenenaron, la dañaron, ensuciaron su blanco plumaje y arrancaron la alegría de su semblante, ya no volaba, yacía en el fango derrotada. Sin embargo no todo estaba perdido, Eivi había una vez saboreado la alegría y sabía que valía la pena luchar por la vida, sentido libertad en las alas y eso la hacía no perder la esperanza. Era el cielo su lugar y ahí regresaría.

Lujuria fertilizante

Aún después de tanto tiempo, este pueblo sigue inventándose historias acerca de la desaparición del pobre de Bill tras su última borrachera, fue como si se lo hubiera tragado la tierra. Suele repetir rigurosa e impávida la abuela, cada otoño en el pórtico mirando al patio. Confieso que aunque el carácter de mi abuela forjó gran parte de la mujer que soy, se me ponen los pelos de punta cuando veo a los niños jugar felizmente en aquel hermoso recodo al fondo del jardín donde todo, principalmente el césped crece más hermoso y más verde, allí donde con una especie de belleza secreta, se desarrollan fuertes y majestuosas las magnolias y las gerberas.

Y una más

Ella nunca pensó que su miedo fuera este.

Ni de aquél.

Ese, que un día elevó su suelo al cielo, hoy enfanga su dignidad y ahoga silencios en cada mal golpe. 

Malvive encerrada, para poder escapar. No hay otra forma. 

Las lágrimas nunca reconfortan. Pero hacen que su sueño de no despertar parezca real. 

Porque piensa en morir. Dejar de respirar. 

No tener que volver a maquillar la vergüenza que le viste al saberse maltratada. Ni los golpes. 

Y así vivirá. Sin valor. Restando minutos a su reloj. Hasta que una noche sea la última, y el alba anuncie que su triste final, cuenta. Que hoy es una MÁS. Una MENOS.

Silencio. Se acabó. Objetivo cumplido.

Impasible desvanecimiento

Ella decidió refugiarse en el único lugar donde creía estar a salvo. Las páginas de un libro. Se adentró en él y allí escribió su propia aventura, aquella que le había sido negada.

Sin embargo, él la encontró. Releyó entonces aquellas líneas. 

- Pocas son las ocasiones que le permiten a uno reescribir la historia- se dijo.

Primero recortó los detalles superfluos, más tarde las vanas reflexiones. Entonces la despojó de las frases que aludían a la felicidad, le arrebató aquellas referencias a personas queridas y dejó su descripción en apenas dos escuetos párrafos. Finalmente, prescindió de las metáforas y suprimió los adjetivos. Quedó sólo su nombre. Entonces, letra a letra, fue desposeyéndola incluso de él. Ella quedó en nada.

Cautiva

Se tiene que acabar. Cansada de escuchar lo mismo. Lo entiende. Lo sabe. Es fácil decirlo. Escucharlo. Saberlo. Lo difícil es hacerlo. Cada golpe es un motivo. Cada insulto una razón. Pero el mañana se presenta oscuro. Vacío. Se mira y se le desgarra el alma. Sin hijos es más fácil, le dicen. Le falta valor. Su vida no vale nada, piensa. No puede huir. Su cárcel es su miedo. No lo entienden. La próxima vez lo hará. La próxima paliza tendrá valor. O no. Lo pensará.

Meandertal

20.000 a.C. La mañana es soleada. Los cazadores recolectores ya están al acecho tras los arbustos, emboscando al animal y centrados en su comida. La tormenta lejana está desatada en el interior de una caverna, de la que emergen alaridos suplicantes. Un macho salvaje sin evolucionar, arrastra a su hembra por los pelos y, tras someterla a una interminable tortura de alaridos y zarpadas, acaba con su vida de un garrotazo. La razón ha sido que el vigoroso semental ha dormido mal esa noche. El día está bonito, pero él lo ensucia saliendo al exterior con la piel ensangrentada de su hembra. No entiende qué ha pasado. Sólo gruñe. Después bosteza.

Comienzo

Ojalá te cosieras la boca con hilos de plomo para callar esas mentiras que caen con su propio peso.

Ojalá me quiera tanto como algún día quiero quererme.

Ojalá algún día la vida me perdone por haberme quedado tanto tiempo a tu lado.

Porque cariño, esto no es un final. 

Es tu final. 

Porque solo ahí, empieza mi comienzo.

Llora

Llora. Por dolor. Por rabia. Por impotencia. Por una despedida anticipada. Por una vida truncada. Por una felicidad arrebatada. Por sueños que se esfumaron. Por miedo que ya no es miedo. Por no haberla hecho caso. Porque ya es tarde. Porque la ha matado.

Llora. En la cama. Ha sido una pesadilla con nombre propio. Por fin comprendió todo: hay que luchar por ella, por las que no están, por las que vendrán. Busca ayuda. Denuncia. Vuelve a tener esa vida que la intentaron arrebatar.

Mamá

Esta mañana mamá me hizo una trenza. Parecía triste, por eso no me quejé aunque no quedó tan bonita como las que lleva Sara. Me da un poquito de envidia Sara, con sus trenzas perfectas y una mamá tan guapa y alegre.

En el patio del colegio me dio un abrazo de esos que avergüenzan. Miré a mi alrededor para ver si alguno de mis compañeros observaba. Comprobé que no, así que yo también la abracé fuerte. Fue raro.

Esta tarde me ha recogido la abuela Carmen. Dice que mamá está solucionando algo pero que pronto vendrá. Dice que mamá es la más valiente del planeta. No quiere hablar de papá. Yo tampoco. 

Solo quiero verla feliz.

Mírame

Mírame, a ver si puedes verme. Alguna vez fui visible, hasta que apareciste tú. 

Mírame, no soy un objeto, soy de carne y hueso, aunque tú no lo notes.

Mírame, pero intenta verme, no soy tuya.

Mírame, porque alguna vez existí, aunque tú te encargaste de hacerme creer que sin ti no sería nada. 

Mírame, soy el recuerdo de las sonrisas que se olvidan.

Mírame, soy la sombra de alguien que intenta volver a ser visible.

Y ahora, mírate, porque tal vez, no te ves.